domingo, 10 de febrero de 2013

Despertar de la siesta


Por eso queremos tanto a Carlos Bianchi. Por la actitud. Por el carácter. Para ponerle el pecho a las inclemencias. Y, en este caso, a las desatenciones defensivas que complicaron un partido que podría haberse ganado de otra manera y once contra once. Para transmitir en cada gesto que Boca es el más grande.
El comienzo de ayer nos hizo acordar a aquel otro debut en la Bombonera con Falcioni en el banco frente a Godoy Cruz que terminó en derrota aplastante: 0-4. Battaglia, Somoza, Erviti y Riquelme en el medio. Ayer iba 0-2 en ocho minutos, fruto de dos errores defensivos inconcebibles para un Boca que juega de local en la Bombonera y aspira a animar Libertadores y Campeonato. Somoza perdió a Olivera en la cortina y este remató a Orión con un frentazo para el 1-0. Tres minutos después, a los 8, en un contraataque el colorado Menéndez quedó sólo y se la picó a Orión como no lo hizo Erviti hace una semana frente a Barovero.
0-2 y pudo ser peor. La zaga de Boca era un tembladeral, Caruzzo y Burdisso se miraban sin encontrar explicación. Somoza no acertaba ni con ni sin pelota, Cellay no iba ni venía, Clemente estaba atado, y a Boca se le hacía cuesta arriba generar un poco de fútbol. Lo poco que hubo lo gestaron Pol Fernández parado de 8, el Burrito Martínez bajando demasiado a gambetear y quedándose sin nafta para terminar la jugada, y Paredes, que alternó una buena con una mala.
Boca tuvo el 65% de posesión pero con pocas llegadas claras. Quilmes podría haberlo liquidado en el primer tiempo si se hubiera empeñado en aprovechar las grietas de la defensa xeneixe. El primer tiempo terminó 1-2 porque el Burrito bajó a la posición de enganche, le abrió el hueco a Pol Fernández, que asistió muy bien, y otra vez como en Córdoba Erviti la empujó a la red. Pero en el juego Boca era lo de siempre. Revolearla para Silva, que no gana de arriba ni de abajo y vive implorándole a los jueces que le den alguna falta.
El segundo tiempo arrancó con otra tónica. Hubo, sin dudas, lavado de cabeza en el entretiempo. No le sobró juego a Boca, pero la actitud fue diferente. Se resume en Clemente Rodríguez, que errático y con las limitaciones de siempre, fue y vino muchas muchas veces y hasta casi clavó un zurdazo de 30 metros. Apretar más arriba, jugar un poco más corto, exigir el error del rival más cerca de su arco. No más que eso. Pero fue suficiente para llevarse por delante a este Quilmes.
Bianchi no juega, depende de los que están adentro. Pero envió un mensaje muy claro: este partido hay que ganarlo. Primero salió Erviti para que entrara el Laucha Acosta a jugar de puntero derecho. Luego, cuando calentaba Viatri, imaginábamos que sacaría a Silva o a lo sumo al Burrito, consumido por ir y venir. Pero no, sacó a Paredes y dejó a Boca atacando con 4 delanteros, Burrito y Laucha por afuera, Silva y Viatri por adentro. Por si fuera poco, sacó a Cellay y puso al Negro Ribair.  O sea, defender casi con dos (los centrales), con Clemente y Ribair en los carriles, y Pol y Somoza haciendo una especie de doble cinco.
Pero se quemaron los papeles cuando,  ahí mismo a los 33 del segundo tiempo, parecía escaparse el partido. Por el lado que ya no estaba Cellay, quedó Somoza de espaldas y Ribair a mitad de camino. Caruzzo le hizo penal a Mansilla, se fue expulsado por doble amarilla, y le quedó a Cauteruccio la definición del partido desde los once metros y Boca con diez jugadores. Y aquí hagamos un alto para no caer en el resultadismo. Si había que perder 2-3 después de ese 0-2 por atacar con 4 delanteros y 3 volantes no se podía llorar, porque lo que Bianchi transmitía con sus cambios era lo correcto: a ese partido había que ganarlo. Esa euforia, ese orgullo, salió del banco de Boca y encontró respuesta inmediata en la gente: ir al frente.
Orión dió la talla en un momento decisivo, cuando era plata o mierda. Respondió con firmeza, con actitud ganadora, al igual que lo hizo en la última jugada del partido saliendo a descolgar un centro difícil con el área poblada de propios y ajenos. Respondió, en síntesis, como un capitán. Lo escribe alguien que siempre lo pensó medio pecho frío por sus defecciones coperas de visitante con San Lorenzo y con Estudiantes. Orión capitán.
Burdisso tuvo un primer tiempo para el olvido en lo suyo. Pero con dos goles, el primero de rebote, el segundo una volea propia de Van Basten casi en la puerta del área grande, dió vuelta el partido. ¿Cuanto hacía que el hincha de Boca no gritaba un gol como el tercero de ayer, hasta quedarse sin voz? Una hipótesis: desde el que hizo el Burrito Rivero en el final del partido de Libertadores contra el Fluminense en Brasil hace unos 8 meses.
Esto habla a las claras de un fenómeno difícil de conseguir (y tan rápido). Un fenómeno que le fue esquivo a Falcioni a pesar de algunos éxitos, y que se llama identificación. El hincha de Boca se identifica con el Boca de Bianchi como lo hacía con el Boca de Lorenzo, con el de Tabarez, y con el de la mayoría de los momentos del Coco Basile. Como será la cosa, que Somoza se fue silbado al final del primer tiempo y aplaudido al cierre del partido (ningún hincha de Boca lo hubiera mantenido en la cancha en el segundo tiempo).
Esto es, por ahora, lo que se puede rescatar del partido de ayer. Actitud, huevo, y remontada a lo Boca. No volveremos a ver a Acosta jugando de 4 ni a Ribair de marcador central. Pero el equipo estuvo a la altura de la historia de Boca y de Carlos Bianchi. No es poco.

1 comentario:

  1. muy bien el virrey y boca, a puro huevo con uno menos y con penal en contra. ahora no vas a decir nada de roman en el palco con angelici? que le van a echar en cara a angelici ahora? no perdio riquelme el poco de dignidad que le quedaba? lo resultados no van a taparlo super.

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