miércoles, 27 de febrero de 2013

Dos derrotas para un acta de defunción

Los administradores precoces de extremaunciones se regodean en estos días con las dos derrotas del Barcelona frente al A.C. Milan en el Meazza por la Champions y de local frente al Real Madrid de Mourinho por las semifinales de la Copa del Rey. Son los mismos que en el nivel local usan letras de molde para pronosticar el fracaso de Bianchi por dos derrotas. Los mismos.
Naturalmente que la "línea argumental" transita carriles diferentes. Al Barcelona se le achacan falta de variantes, previsibilidad, inocencia, poca innovación. A Bianchi le tiran por la cabeza el DNI: es viejo, no se actualizó, se piensa que el fútbol no ha evolucionado, se le terminó la suerte. ¿Por qué tanta saña?
La pregunta me lleva a otra, que siempre me ha resultado intrigante y muy en el centro de las preocupaciones de este blog. ¿Por qué se odia a Riquelme?
La respuesta obvia es: porque los han sufrido. Si vamos a hablar de Bianchi y del Barcelona conviene mantenerlos separados. 
A Bianchi lo han sufrido los arqueros rivales, sus colegas del Reims Sainte-Anne y del Olympique de Marsella (o del Racing de París), los hinchas de San Lorenzo en los cruces con Velez, los equipos brasileros e internacionales que han perdido finales frente a él. Pero los que más lo han sufrido son los hinchas de River y sus satélites, por las derrotas en cruces directos - la última fue en el 2004, de visitantes en el Monumental, por la semifinal de la Copa Libertadores, el día del arañazo de Gallardo - y mucho más por sus éxitos en Boca. Y también lo ha sufrido el "periodismo intimista", que muere por notas exclusivas, primicias y chimentos en off, títulos de primera plana, escándalos y puteríos. Bianchi es ajeno a todo eso. Y para los medios argentinos un tipo así es un fastidio. Encima, le ha ido tan bien - gracias a la ayuda de la suerte o de Dios, no de su talento, dicen - que no necesita de ellos para conseguir empleo o para estar en el candelero. Y encima, y por esos éxitos, no se le puede caer mucho encima, porque son los resultados los que mandan, dicen.
Al Barcelona lo han sufrido todos y cada uno de sus rivales de liga española y de Europa y hasta algunos sudamericanos como Estudiantes de La Plata. Pero, por sobre todo, lo ha sufrido el Real Madrid, el transatlántico más importante del mundo que tiene la desgracia de tenerlo en la liga local, lo cual supone al menos cuatro, y a veces seis, y a veces ocho, enfrentamientos al año, con otras tantas derrotas, no tanto en el resultado final como en el trámite del partido y en lo conceptual. Es la humillación y no los goles lo que ha calado profundo en el corazón de Madrid. Porque no es sólo el Bernabeu. Es Cataluña versus Madrid. Son los republicanos versus Franco. Por eso la "afrenta" trascendía las razones futbolísticas. Ni siquiera han podido compensar tanto odio con la gloria y el oro que le hicieron ganar a España, con dos Eurocopas y un Mundial recientes. Porque, como los catalanes, primero son madrilistas y después son españoles (o, en todo caso, ser madrilista es ser español para esta gente).
Lo que emparenta a Bianchi con el Barcelona, y que explica la virulencia de las críticas, es que han sido los más exitosos de su tiempo. Son los derrotados los que se ponen la camiseta del Milan, del Sevilla, o del Toluca de México para festejar las derrotas de sus verdugos. Son ellos los que esperan agazapados un transpié para gritar airosos que "teníamos razón". Y, en el caso del Barcelona, a más de los madrilistas, están los derrotados conceptuales. Los que hubieran seguido hablando a regañadientes de la leyenda del Barcelona si ese derechazo cruzado de Messi a los dos minutos del primer tiempo ayer se transformaba en triunfo tempranero del blaugrana. Los que miran el fútbol exclusivamente a partir de lo que pasa en los arcos. Los que creen que el fútbol puede resumirse en triunfos y derrotas. 
Esos son los que han sufrido con este ciclo maravilloso del Barcelona, el mejor equipo que se haya visto en las últimas cinco décadas del futbol mundial. Porque además de hacer gozar a la gente sensible, ganaban. Y eso, no se perdona. Cuando pierdan, volverán a levantar las banderas de la objetividad del resultado y la eficacia de los planteos tácticos, preparados - claro está - con el diario del lunes. De los que, como decía Passarella, nunca pierden. Excepto contra el Barça y contra Bianchi.

domingo, 24 de febrero de 2013

Con dos arqueros puede ser

Al cabo de 5 partidos de verano, tres de campeonato oficial, y uno de Libertadores, sólo Orión y Ustari han demostrado que están para ser titulares en Boca. El dato de que hayan sido las figuras de Boca en este corto período no sólo es revelador de que Boca no tiene que preocuparse por reforzar ese puesto. Es una ratificación de que a Boca le llegan mucho y muy fácil, al punto de hacer figura a sus arqueros.
Ayer, de no haber sido por Ustari, la derrota con All Boys pudo ser aún mas desdorosa. Si el aburrido primer tiempo terminó 0-0 fue sólo por tres buenas tapadas del ex-arquero de Independiente. Tampoco es que el dominio de All Boys haya sido abrumador. Fueron dos equipos erráticos, que no acertaron más de tres pases seguidos. El comentarista del fútbol para todos decía que fue entretenido... tal vez lo entretengan los corners y tiros libres que constituyeron las únicas llegadas claras de ambos equipos.
Luego fue un gol de pifia de Ahumada y un penal bien cobrado y bien pateado los que sentenciaron el partido. Pero antes y después de eso, Boca fue menos que un equipo en formación, con las debilidades defensivas de siempre (aumentadas por una intensidad mal entendida), con los problemas ya conocidos para darle destino a la pelota, y con la ausencia de ambiciones para llegar al área hilvanando esfuerzos colectivos. Boca es hoy la gambeta solitaria del Burrito Martínez, el bochazo para el 9, o los cada vez menos decisivos aportes de Pol Fernández para acercarse con peligro al área rival (además de la pelota parada, donde Burdisso gana casi siempre en ataque).
Lo que viene es una seguidilla de partidos que no le darán tregua a Boca y que, si bien no definirán la suerte de Bianchi, pueden determinar rápidamente el destino de Boca en este semestre. Preocupa el funcionamiento. Y preocupan los resultados. Porque esa suerte de los períodos anteriores aparece ausente en el regreso de Bianchi. Desde luego que la vuelta de Riquelme puede oxigenar el proceso. El segundo tiempo frente a All Boys parecía dejar a Boca, apenas, con esa esperanza. Con Blandi jugando de 7 ante la ausencia de un delantero que hiciera la raya. Con Silva jugando de defensor... de All Boys, impidiéndole a Erviti anotar el empate. Con Somoza tan presto como Ribair para trabar con la cabeza pero tan limitado como el uruguayo para entregarla mal e iniciar cada contragolpe de All Boys. Con Chiqui Perez al límite del reglamento, cerca de la tarjeta roja y del penal permanente. Con Albín y Clemente a medio camino entre atacar y defender, sin hacer bien ninguna de las dos.
Al final, Bianchi salió del vestuario con el concepto de que el equipo había empeorado respecto del rendimiento en Victoria frente a Tigre. Discrepo. El resultado fue diferente, pero las limitaciones y la pobreza fueron las mismas. Pero, en todo caso, lo diferente respecto del domingo pasado fueron los regresos de Somoza, Erviti y Silva, mientras Erbes, Colazo y Viatri esperaban en el banco. Esto no es una interpretación sino un dato duro del partido.
Seguimos pensando que Falcioni es técnico de equipo chico y que Bianchi no solo está a la altura de la historia de Boca, sino que constituye la historia de Boca. Ahora bien, los intérpretes también cuentan. No se puede seriamente seguir comparando a Serna y Bermudez, jugadores de selección antes de Bianchi, con Chiqui Perez y Ribair Rodriguez, jugadores de la B Nacional. No se los puede comparar, siquiera, con algunos de los refuerzos que se barajaron en Diciembre (léase Cata Díaz y Fernando Gago).
Tal vez el mérito de los esquemas de Falcioni haya sido adaptarse a las características de los jugadores que tiene (o que hizo contratar, para ser más precisos). Tal vez cuando ayer Bianchi tuvo que sacar a Somoza y poner a Colazo en un costado y a Erviti de 5, comprobó que no se puede atacar con Somoza, porque no acierta pases de cinco metros. Tal vez, con jugadores como Somoza, solo se puede apostar a empujar y apostar a la segunda jugada. El problema es que acaso sea demasiado pronto para hacer limpieza. Mientras, todas las esperanzas se reducen al regreso de Riquelme. Será suficiente?

sábado, 23 de febrero de 2013

Ni un minuto de silencio

Ha pasado un año desde la tragedia más grave en la historia del transporte público de la Argentina. Pero parece que algunos (y algunas) no registran la gravedad del suceso. Será porque nadie de los suyos murió en ese accidente (como les va a pasar si viajan en helicóptero!!!). Será porque tienen cola de paja, porque saben que son parcialmente responsables por haber financiado el sistema que condujo a esas muertes. Será porque buena parte de los implicados políticamente, de Schiavi a De Vido, de Jaime a los Cirigliano, han sido y son cajeros de este gobierno y de la familia que está en el poder desde hace una década (pero sigue echando culpas a administraciones anteriores... porque de lo malo ellos nunca son culpables).
En cualquier caso, eso no justifica la manera en que se ha frenado la causa judicial (hasta hoy no hay nadie en cana pero hay 52 muertos), la manera en que se han ignorado los actos recordatorios, y la manera en que los medios oficialistas y para-oficialistas han silenciado un acto como el de ayer, apolítico y apartidario, movilizado por el dolor y por la indignación, sin banderas, ni micros, ni choripanes, encabezado por el Premio Nóbel de la Paz Adolfo Pérez Esquivel y hasta alguna Madre de Plaza de Mayo sensible a que los muertos son los de nuestro lado y los victimarios son, aunque nos quieran hacer creer lo contrario, los del lado de los que siempre ganaron y ganan siempre.
Y aquí llegamos al fútbol: la negativa del tristemente célebre fútbol para todos y de la Asociación del Fútbol Argentino de Grondona a adherir al minuto de silencio por la memoria de las víctimas de Once, al igual que la negativa de los medios oficialistas y de hasta la bancada oficialista en el Congreso Nacional a hacer ese minuto de silencio, revela de manera inequívoca que son ellos los culpables, que tienen las manos manchadas con sangre, y que hay que decir y escribir esto ahora porque nunca sabemos si llegaremos a casa cuando nos subimos al Mitre o al Sarmiento (sabemos, eso sí, que viajaremos como vacas, que llegaremos siempre tarde, que nuestra vida no vale nada, que si aparecemos muertos el funcionario de turno dirá que es culpa nuestra por viajar amontonados en el vagón de adelante). Ya no les queda ni vergüenza.

jueves, 21 de febrero de 2013

Arquero de lujo para la selección del cielo


Se fué Antonio Roma, el Tano, apenas un mes después del 50 aniversario del legendario penal que le atajó a Delem y que le diera a Boca el campeonato del 62.
Boca llevaba ocho temporadas sin títulos. Y se encaminaba a la novena, porque River era el puntero, con un punto de ventaja sobre Boca. Jugaban el clásico en la penúltima fecha. Y aunque Boca (Roma; Silvero y Marzolini; Simeone, Rattín, y Orlando; Pueblas, Menéndez, Valentim, Pezzi y Gonzalito) ganaba 1-0 con gol de penal del brasilero Valentim, el arbitró marcó penal para River en el minuto 42 del segundo tiempo. Pero mejor que lo cuente el Tano:

Como tantas otras historias, esta no la viví porque no había nacido aún. Pero gracias a mi viejo la he sentido como si hubiera estado en la Bombonera ese 9 de Diciembre del 62. Vaya el abrazo para Tarzán. Muchas gracias por tantas alegrías. Y que sigas derecho para los penales en el equipo del Barba.

lunes, 18 de febrero de 2013

El buen pronóstico del Virrey

Al cabo de dos fechas, son River y Lanús, dos de los que no juegan Copa Libertadores este semestre, los que marchan punteros invictos. River, sin jugar bien pero con la inyección de ánimo que aporta el Pelado Díaz, va bastante más al frente que el año pasado y tiene una gran efectividad por ataque. El domingo pasado fue el zapatazo de Vangioni desde afuera del área. Esta vez fue el magnífico Trezeguet, el mejor delantero de la liga argentina, el que anotó un golazo voleando de primera de pique al suelo. Lanús, que va al frente en serio, continúa la buena campaña anterior con dos triunfos contundentes, el de ayer por goleada, en el Parque Independencia de Rosario como visitante de Newells, otro que se anota para animar el campeonato.
Mientras tanto, Racing sale del letargo y con muy buena actuación de Vietto se saca la mufa del debut y se pone a tono para el clásico. Y del otro lado, Independiente hace la heroica y con más esfuerzo que fútbol le gana a Velez de visitante por 1-0 con golazo que pudo ser centro de Tula, aunque hay que decir que cuando jugaron once contra once (los primeros 20 minutos), Independiente fue más que el último campeón. San Lorenzo sigue haciendo partidos de equipo de mitad de tabla, por lo que difícil que mejore esa posición, aunque no pierda.
Y hablando de no perder, Bianchi ha declarado ayer después del aburrido empate con Tigre, que está contento porque no le anotaron goles. Seguramente es una manera de rescatar lo positivo para los micrófonos y sus sentimientos son otros. Pero el cambio final - el ingreso de Erviti por Ribair Rodriguez cuando faltaban dos minutos - sugirió que Bianchi estaba conforme con el empate y haciendo tiempo. Como dijimos en el post anterior, los cambios de Bianchi ratificaron que - contrario a lo que muchos hinchas de Boca piensan - tal vez no haya tanto mejor material en el banco que entre los titulares. El Virrey limpió a los menor rendimiento: Cellay, Caruzzo, Somoza, Erviti, Paredes, y Silva. Aunque pueda presentarlo como una búsqueda de piernas frescas, la lectura más sencilla es que está subastando los lugares para que se los queden los que mejor juegan. Entraron Albín, Chiqui Perez, Ribair, Erbes, Colazo, y Viatri. Salvo algunos buenos momentos de Erbes y un buen primer tiempo de Viatri, el resto no dió la talla. Albín, muy contenido, fue de todos modos superado cuando lo encararon mano a mano. Pérez es demasiado rústico, al punto de que Schiavi en la condición que esté promete más solvencia. Ribair traba con la cabeza, pero después de ver la peor versión de Gago e sábado a la noche se nos sigue cayendo un lagrimón. Colazo estuvo sensiblemente por debajo de Erviti, confirmando que el ex-Banfield tiene que ser titular aunque no nos guste. Y más allá de las individualidades y de un primer tiempo aceptable apretando arriba, Boca sigue con muchos problemas para manejar la pelota con fluidez y creatividad. La tibieza de Tigre no fue suficiente para inquietar, a pesar del talento de Botta y Perez García. Pero, como anticipó Bianchi, la mano viene para seguir sufriendo.

jueves, 14 de febrero de 2013

A penar de nuevo

Esta vez no hubo emoción ni levantada a lo Boca. Hubo sí, otra vez, zozobra defensiva. Hubo, también, un penal detenido por Orión cuando se venía la noche. Hubo, a diferencia del sábado, un penal a favor antes de haber acumulado los merecimientos para ponerse en ventaja. Y luego hubo lo de siempre. Caruzzo, Burdisso, Orión, la siguen revoleando para Silva, para que cabecee o para que la controle abajo. Uno no puede pensar que es ocurrencia de ellos; evidentemente Bianchi está cómodo con eso, aunque invariablemente la bola vuelva más rápido de lo que va.
Toluca ganó porque intentó jugar mejor al fútbol, por los errores defensivos de Boca, y porque Boca no pudo transformar en goles sus pocas llegadas. Y también por sus propios méritos, incluyendo cierto orden defensivo, manejo criterioso de la pelota, sumado a la sabiduría de Sinha y a la jerarquía de Benítez para definir. Con eso solo le alcanzó para hacer lo que Quilmes no pudo hacer en la Bombonera el sábado pasado. Porque las flaquezas defensivas de Boca siempre estuvieron allí para ser explotadas.
Boca tuvo un primer tiempo discreto, con gol a favor, y un segundo tiempo para el olvido, con dos goles en contra y un penal atajado. El primer gol nace en un error de Clemente Rodríguez, que queda enganchado en el paso adelante y habilita al delantero. El segundo es un pase entrelíneas en el que Magallán pierde a Benítez y este define de lujo picándola por sobre Orión con Caruzzo mirándolo de atrás.
Para rescatar, apenas una buena actuación de Orión, el vértigo del Laucha Acosta para ir, algunos momentos de Somoza (sí, leyó bien, Somoza), y algunos chispazos esporádicos del Burrito Martínez. En el subsuelo, como casi siempre, estuvieron Cellay (horrible como casi siempre, todos los ataques mexicanos iban por ese lado), Caruzzo (una bien y una mal), Clemente (falto de jerarquía), el ya nombrado Silva, y buena parte del partido de Erviti.
Derrota de local en la Bombonera duele doble. Primero, porque complica la clasificación, a la manera que el empate con Zamora en Venezuela complicó la clasificación el año pasado (además de complicar la convivencia) y obligó a definir de visitante todas las series. Segundo, porque corta esa racha emocional pero ganadora que empezó el sábado pasado contra Quilmes. Tercero, porque desnudó falencias serias, de equipo de mitad de tabla, que estructuralmente no puede pelear campeonatos ni aunque consiga a Messi.
A favor, y aunque sea anecdótico, hay que destacar el profesionalismo de Bianchi, que hizo los cambios que tenía que hacer aunque no fuera políticamente correcto. Sacó primero a Cellay, bailado a la ida y a la vuelta por Benítez, y desatento en todo el segundo tiempo (aunque hay que decir que la fragilidad defensiva de Boca en el costado derecho se puede atribuir al menos en parte a la presencia del Laucha Acosta como volante derecho y a que Erbes no se cerraba... eso no es culpa de Cellay). Luego sacó a Silva, cuando todos habíamos perdido la paciencia luego de verlo chocar y chocar. Y finalmente a Somoza, aunque ese cambio (entró Pol Fernández) en el final del partido no era gravitante.
Esas modificaciones nos ofrecen un mensaje a los que nos quejamos de los titulares y vemos en el banco (parte de) la solución a los problemas. Ni Viatri ni Erbes ni Magallán estuvieron a la altura de las circunstancias, aunque para ser justos, si ese tiro en el palo de Viatri sobre el final rebotaba para adentro tal vez diríamos otra cosa. La alineación titular y los cambios confirman que Ribair Rodríguez no es opción para jugar de 8 aún teniendo a Ledesma y a Rivero lesionados. El otro que está en el banco es el que resolverá, al menos, el problema de la tenencia de la pelota. Lástima que no hizo la pretemporada y hay que esperarlo hasta que se ponga a punto.
Se viene un camino de pendiente pronunciada, con obligación de ganar todo de local y de no perder de visitante. No es un buen comienzo. Parece una continuidad de la pesadilla Falcioni. Encima el fútbol brilla por su ausencia y cada vez que le llegan a Boca le convierten. Lo bueno de Bianchi en el banco tal vez comience a verse a partir de Agosto...

domingo, 10 de febrero de 2013

Despertar de la siesta


Por eso queremos tanto a Carlos Bianchi. Por la actitud. Por el carácter. Para ponerle el pecho a las inclemencias. Y, en este caso, a las desatenciones defensivas que complicaron un partido que podría haberse ganado de otra manera y once contra once. Para transmitir en cada gesto que Boca es el más grande.
El comienzo de ayer nos hizo acordar a aquel otro debut en la Bombonera con Falcioni en el banco frente a Godoy Cruz que terminó en derrota aplastante: 0-4. Battaglia, Somoza, Erviti y Riquelme en el medio. Ayer iba 0-2 en ocho minutos, fruto de dos errores defensivos inconcebibles para un Boca que juega de local en la Bombonera y aspira a animar Libertadores y Campeonato. Somoza perdió a Olivera en la cortina y este remató a Orión con un frentazo para el 1-0. Tres minutos después, a los 8, en un contraataque el colorado Menéndez quedó sólo y se la picó a Orión como no lo hizo Erviti hace una semana frente a Barovero.
0-2 y pudo ser peor. La zaga de Boca era un tembladeral, Caruzzo y Burdisso se miraban sin encontrar explicación. Somoza no acertaba ni con ni sin pelota, Cellay no iba ni venía, Clemente estaba atado, y a Boca se le hacía cuesta arriba generar un poco de fútbol. Lo poco que hubo lo gestaron Pol Fernández parado de 8, el Burrito Martínez bajando demasiado a gambetear y quedándose sin nafta para terminar la jugada, y Paredes, que alternó una buena con una mala.
Boca tuvo el 65% de posesión pero con pocas llegadas claras. Quilmes podría haberlo liquidado en el primer tiempo si se hubiera empeñado en aprovechar las grietas de la defensa xeneixe. El primer tiempo terminó 1-2 porque el Burrito bajó a la posición de enganche, le abrió el hueco a Pol Fernández, que asistió muy bien, y otra vez como en Córdoba Erviti la empujó a la red. Pero en el juego Boca era lo de siempre. Revolearla para Silva, que no gana de arriba ni de abajo y vive implorándole a los jueces que le den alguna falta.
El segundo tiempo arrancó con otra tónica. Hubo, sin dudas, lavado de cabeza en el entretiempo. No le sobró juego a Boca, pero la actitud fue diferente. Se resume en Clemente Rodríguez, que errático y con las limitaciones de siempre, fue y vino muchas muchas veces y hasta casi clavó un zurdazo de 30 metros. Apretar más arriba, jugar un poco más corto, exigir el error del rival más cerca de su arco. No más que eso. Pero fue suficiente para llevarse por delante a este Quilmes.
Bianchi no juega, depende de los que están adentro. Pero envió un mensaje muy claro: este partido hay que ganarlo. Primero salió Erviti para que entrara el Laucha Acosta a jugar de puntero derecho. Luego, cuando calentaba Viatri, imaginábamos que sacaría a Silva o a lo sumo al Burrito, consumido por ir y venir. Pero no, sacó a Paredes y dejó a Boca atacando con 4 delanteros, Burrito y Laucha por afuera, Silva y Viatri por adentro. Por si fuera poco, sacó a Cellay y puso al Negro Ribair.  O sea, defender casi con dos (los centrales), con Clemente y Ribair en los carriles, y Pol y Somoza haciendo una especie de doble cinco.
Pero se quemaron los papeles cuando,  ahí mismo a los 33 del segundo tiempo, parecía escaparse el partido. Por el lado que ya no estaba Cellay, quedó Somoza de espaldas y Ribair a mitad de camino. Caruzzo le hizo penal a Mansilla, se fue expulsado por doble amarilla, y le quedó a Cauteruccio la definición del partido desde los once metros y Boca con diez jugadores. Y aquí hagamos un alto para no caer en el resultadismo. Si había que perder 2-3 después de ese 0-2 por atacar con 4 delanteros y 3 volantes no se podía llorar, porque lo que Bianchi transmitía con sus cambios era lo correcto: a ese partido había que ganarlo. Esa euforia, ese orgullo, salió del banco de Boca y encontró respuesta inmediata en la gente: ir al frente.
Orión dió la talla en un momento decisivo, cuando era plata o mierda. Respondió con firmeza, con actitud ganadora, al igual que lo hizo en la última jugada del partido saliendo a descolgar un centro difícil con el área poblada de propios y ajenos. Respondió, en síntesis, como un capitán. Lo escribe alguien que siempre lo pensó medio pecho frío por sus defecciones coperas de visitante con San Lorenzo y con Estudiantes. Orión capitán.
Burdisso tuvo un primer tiempo para el olvido en lo suyo. Pero con dos goles, el primero de rebote, el segundo una volea propia de Van Basten casi en la puerta del área grande, dió vuelta el partido. ¿Cuanto hacía que el hincha de Boca no gritaba un gol como el tercero de ayer, hasta quedarse sin voz? Una hipótesis: desde el que hizo el Burrito Rivero en el final del partido de Libertadores contra el Fluminense en Brasil hace unos 8 meses.
Esto habla a las claras de un fenómeno difícil de conseguir (y tan rápido). Un fenómeno que le fue esquivo a Falcioni a pesar de algunos éxitos, y que se llama identificación. El hincha de Boca se identifica con el Boca de Bianchi como lo hacía con el Boca de Lorenzo, con el de Tabarez, y con el de la mayoría de los momentos del Coco Basile. Como será la cosa, que Somoza se fue silbado al final del primer tiempo y aplaudido al cierre del partido (ningún hincha de Boca lo hubiera mantenido en la cancha en el segundo tiempo).
Esto es, por ahora, lo que se puede rescatar del partido de ayer. Actitud, huevo, y remontada a lo Boca. No volveremos a ver a Acosta jugando de 4 ni a Ribair de marcador central. Pero el equipo estuvo a la altura de la historia de Boca y de Carlos Bianchi. No es poco.

sábado, 9 de febrero de 2013

Bienvenido Siempre (aunque no nos gusten las novelas)

Esperemos, por el bien de Boca y de los protagonistas, que el anuncio de ayer haya sido el final (feliz) de la novela de este verano.
Bianchi se lo dijo clarito el lunes, por intermedio de Martucci, a Angelici: "En un 50%, Riquelme me sirve". Eso está fuera de discusión, y por eso la decisión de Román de volver a Boca 24 hs. antes del comienzo del campeonato es una buena noticia, la mejor posible. El campeonato pinta atractivo con las llegadas de Gago, Montenegro, Bolatti, Iturbe, Caicedo, y el Burrito Martínez. Pero el verdadero gran refuerzo lo trae Boca y se llama Riquelme. Por sí mismo y porque no es lo mismo, digamos, el refuerzo del burrito Martínez sólo que abastecido por Román.
Los ruidos, entonces, no son los futbolísticos, sino los que vienen de afuera de la cancha. Con el técnico Bianchi tratando de adecuarse a un contexto en el que pierde un poco el timón, con los dirigentes preocupados porque vuelve a aparecerles un callo que creían y querían erradicado, con los periodistas ávidos por titulares escandalosos, con el vestuario tratando de hacer frente a esa carroña periodística.
La novela del verano parece concluir con este regreso. Habrá que ver si efectivamente es el final de la novela o solamente un capítulo más. Lo cierto es que le plantea a todos los actores un escenario diferente.
Comencemos por Román. De Maschio a Maradona, de Bochini a Márcico, de Trezeguet a Verón, los grandes jugadores no necesitan de entrenamientos rigurosos ni disciplina espartana para hacer la diferencia. Por lo cual, su decisión de sumarse con el campeonato en marcha no es un problema de índole física, aunque digan que no quería hacer la pretemporada. Pero lo pone a Román en una posición que no le sienta bien, la de destacarse más por su comportamiento fuera de la cancha que por su rendimiento en el verde césped. Lo hace mejor que Maradona y tantos otros divos, pero no deja de ser uno de ellos. Si hay que elegir, me quedo con Messi (o Iniesta), huidizo y despreocupado por los micrófonos.
Román, desde el twit de su hermano la noche anterior a la final con el Corinthians viene errando (y fiero) en sus movimientos fuera de la cancha. Renuncia sin decir por qué, pero no se retira y sigue como un actor principal en los medios. Cierto es que gracias a ese perfil alto nos libró de Falcioni. Pero luego de la llegada de Bianchi uno esperaba que se restableciera la paz. No solamente no volvió, sino que pegó un portazo ofreciendo razones ininteligibles. Y, lo que es peor, contradictorias con sus dichos anteriores.
Bianchi y los dirigentes, al menos públicamente, lo trataron con todos los privilegios demandados. Pero no fue suficiente. Si Román pedía más dinero o un contrato más largo son detalles irrelevantes, porque Román los merece. Pero si Román niega haber pedido eso, no queda claro por qué dijo que no volvía (más allá de la historia esa de haber dado su palabra, que es insostenible, mucho más a la luz de este regreso).
En fin. El punto es que no sólo dijo que no, sino que además no se contuvo y dedicó varios comentarios críticos al juego del equipo (las mismas críticas que le hacía al equipo de Falcioni) y de la falta de líderes en el plantel (una opinión que uno comparte, pero que en la voz de Román se amplifica... ¿o te creés que Bianchi no piensa lo mismo?). Aún como ex-jugador, esas expresiones parecían imprudentes.
Tras cartón, las razones ofrecidas para volver ahora son aún peores: asumiendo que lo que se nos dice es cierto, Román se ofrece como el salvador - que lo es, pero esa es otra historia y además debe demostrarlo - soslayando a sus compañeros y al propio Bianchi, para rescatarnos de dos derrotas en los superclásicos del verano. Ese es el mensaje de Angelici, luego de la decisión unánime de la comisión directiva de aprobar el regreso: “Me encontré con un hincha de Boca que, después de ver el clásico contra River, sintió ganas de estar nuevamente." No dice que sintió ganas de estar por jugar un clásico o porque no se resiste a retirarse del fútbol, sino porque Boca fue un desastre y encima lo perdió.
Lo escribimos varias veces aquí mismo: esta historia colmó la paciencia del hincha de Boca, aunque ningún hincha de Boca de ley prefiere a Boca sin Riquelme. Lo dice bien Martín Caparrós, en su como siempre excelente nota en el Olé de hoy. Demasiadas vueltas.
Román vuelve al ruedo a su manera, con una movida que exige de todos respuestas apropiadas. A los dirigentes les cerró la posibilidad de un no, porque nadie se animaría a pagar esos costos políticos, como dijo Angelici. A Bianchi, a pesar de las palabras respetuosas para con él, le mina su autoridad en términos de reglas de convivencia, de la decisión de elegir capitán, y hasta de rendimiento futbolístico, porque el mensaje que queda es que Román viene a salvar a Bianchi de un naufragio: si sale bien es gracias al gesto de Román, si saliera mal nunca podría el Virrey echarle la culpa a Riquelme. Y a sus compañeros los pone en la difícil situación de recibirlo con flores o ponerse la Bombonera en contra (ya lo dijo Román en medio de la disputa con Falcioni: si le gané a Maradona, ¿como no le voy a ganar a Falcioni?) Reemplace, en esa frase, Falcioni con Somoza, Orión, o el que usted quiera, y el resultado sería el mismo. Habrá que ver si esa preferencia se traslada también a un posible conflicto con Bianchi, aunque esperemos que esa disputa nunca se desate. Por lo pronto, Bianchi acaba de marcarle tímidamente la cancha en su conferencia de prensa de ayer, en la que en dos ocasiones consecutivas hizo notar que es una lástima que Román se incorpore luego de la pretemporada.
Lo que viene, entonces, más allá de lo futbolístico, serán un par de decisiones en las que se pondrá en juego la convivencia de liderazgos. Esto es: (1) la decisión de cuando vuelve Román a jugar como titular (vinculada a su puesta a punto) y (2) la decisión de quién llevará la cinta de capitán. Ambas decisiones son de Bianchi en lo formal, pero suponer que pueden tomarse sin la anuencia del 10 es ciencia ficción. Sin embargo, Bianchi no esFalcioni (ni Bilardo ni Bielsa), así que pueden chocar los planetas.
Terminemos tal como empezamos. Esperemos, por el bien de Boca y de los protagonistas, que el anuncio de ayer haya sido el final (feliz) de la novela de este verano.

miércoles, 6 de febrero de 2013

Cebollitas

Probablemente usted no conozca, ni aunque sea marplatense, al fulano de la foto. Es más, es probable que se acuerde más de la cara del padre de este joven, el profesor de tenis Horacio Zeballos, quien comentaba tenis y hasta se animaba a dar clases de tenis por televisión en el viejo Canal 8 de Mar del Plata.
Que usted no lo conozca a 48 hs. del triunfo argentino en la Davis frente a Alemania es revelador de que no lo conocerá jamás. El muchacho tuvo sus 15 minutos de gloria en un partido de dobles sin pena ni gloria frente a Alemania, luego de la deserción de Philipp Kohlschreiber, lesionado en el primer single frente a Berlocq. Esa lesión cambió la serie. Kohlschreiber se encaminaba a darle el primer punto a los alemanes cuando se desgarró. Sin su principal estrella, Alemania perdió rápidamente 0-3 en Parque Roca (luego sería 5-0 para Argentina).
El triunfo unió a los poquísimos espectadores, al agrandado cuerpo técnico encabezado por Jaite, y a los jugadores encabezados por Nalbandián en un festejo especialmente dedicado a Juan Martín Del Potro. Sus (ex?) amigos tandilenses Zabaleta y Mónaco se unieron a los cánticos, que los periodistas escucharon en el vestuario: "Y ya lo ve/ y ya lo ve/ para Del Potro/ que lo mira por TV" y "¿Dónde está/ y Delpo dónde está?" El broche fueron las palabras de Zeballos en respuesta a la pregunta de un periodista respecto de si Del Potro los había felicitado por el triunfo. "Quién?" lo ninguneó Zeballos. También Mónaco y Nalbandián le dedicaron comentarios de mala leche e indirectas. Esperables en el caso del cordobés. sorprendentes en el caso de Pico.
Luego, retrocediendo en chancletas, Zeballos le pide disculpas a Del Potro por el exabrupto ("pido perdón, fue un error de inexperto frente a las cámaras” dice el carlitos). Antes, por el mismo medio (Twitter), había escrito: "Qué bárbaro, cómo quieren armar bolonki [sic] donde no lo hay, hasta ese momento no habíamos recibido la felicitación de Delpo, luego nos llegó msj [mensaje]! Yo, simplemente absorto en otros pensamientos, no escuché que la pregunta era para mí, dije quién y listo, contesté con la verdad"... Zeballos, además de inexperto, es un pelotudo importante.
En la misma línea, Pico Mónaco niega los cánticos contra Del Potro, atribuyéndolos a la malicia del periodismo que inventa cosas. Frente al cronista que dice "Juan, yo escuché los cantitos" Pico responde: "Es tu palabra contra la mía, porque yo estaba en el vestuario. Si querés. vamos a un juicio o lo que sea, o si no, preguntale a cualquiera de los jugadores que hayan estado ahí." (acá) Cuando alguien dice: "es tu palabra contra la mía es porque miente". Es lo que hacen los abogados penalistas cuando saben que el reo es culpable pero no hay pruebas.
Argentina tenía que ganar esta serie frente a Alemania para no tener que jugar un repechaje para mantener la categoría. Por eso era importante la serie. Con Del Potro en el equipo, la serie era un trámite, aunque se podía ganar sin el tandilense.
El capitán del equipo de Davis y ex-entrenador de Nalbandián, Martín Jaite se transformó de pronto en el principal protagonista cuando mandó a Del Potro al frente y lo sacó de la serie contra Alemania (mala onda entre Jaite y Davín?). A Del Potro no le quedó otra que responder que se borraba por el resto del año. Y entonces la serie contra Alemania se hacía más pareja.
Se ganó de casualidad, por la lesión de Kohlschreiber. Pero lo pintaron como una proeza y se lo dedicaron al número 1 del equipo (aunque después dijeran por otro lado que sería bueno que jugara contra Francia... por obvias razones si se quiere ganar). No es sólo Nalbandián y Jaite. Hay muchos argentinos que le reprochan a Del Potro pensar en sí mismo antes que "en el país" (aunque haya ganado una de las tres medallas olímpicas del tenis argentino en toda su historia y una de las 5 que ganó Argentina en Londres). Son los mismos argentinos que le cuentan las costillas a Messi cuando no canta el himno. Los que le exigen a Messi que nos dé un Mundial si quiere ser considerado el mejor del mundo para los argentinos (porque eso es lo mínimo que tiene que darnos para ser ídolo aquí).
A esto ha llegado el nivel de crispación en el equipo argentino de tenis. Un espejo de lo que nos pasa a diario. Nos preocupa más echarle en cara nuestras derrotas y nuestras victorias a los propios que ganarle a los ajenos. Nos preocupa más lo que publican los diarios y la tele que ganar títulos. Así nos va. Nos devoran los de afuera.
Esto también alcanza a Del Potro, naturalmente. La Torre de Tandil exige un trato privilegiado que ni Jaite ni sus compañeros están dispuestos a darle. Que lo merezca o no lo determinarán los resultados. Messi recibe tratos especiales en Barcelona y paga con creces. Riquelme los pide en Boca y Angelici se los niega. Del Potro reclama desde un lugar de divo que se ha ganado más en el circuito que en la Davis. Desde ese lugar, lo racional sería, para él, mantenerse al margen. Mucho más con la permanencia asegurada. Vamos a ver como le va a Mónaco, a Jaite, a Zeballos, a Nalbandián, contra Tsonga, Gasquets, Llodrá, y compañía. Vamos a ver que twitean en Abril. Aunque se trate, apenas, de un partido de cuartos de final.

domingo, 3 de febrero de 2013

Comienza la hora de la verdad


Imagine, amigo lector, que Angelici y Falcioni no se juntan a cenar en Puerto Madero el último Diciembre a arreglar la continuidad de Falcioni en Boca hasta que pueda llegar el Mellizo Barros Schelotto en Junio. O imagine que se juntan, pero nadie se entera. O imagine que Riquelme se traga el sapo y no dice nada. O que ironiza pero sin hacer "campaña" en contra de la renovación de Falcioni. ¿Hubiera cambiado en algo el verano de Boca?
A ver: no hubiera llegado Riquelme, posiblemente tampoco Gago, Boca se habría reforzado, muy probablemente, con el Chiqui Perez por Schiavi y Ribair Rodríguez por Ledesma/Erbes, y el Burrito Martínez por Viatri. Boca habría organizado su pretemporada en Tandil, como todos los años de la última década, habría jugado como jugó contra Independiente, Racing, y River, habría ganado mas o menos la misma cantidad de partidos en este verano, y los hinchas estaríamos puteando a Angelici y pidiendo la cabeza de Falcioni antes de comenzar el campeonato.
¿Cómo estamos ahora? Sin Riquelme, sin Gago, con Ribair, Chiqui y el Burrito. Con Bianchi en el banco, claro está. Esa es la diferencia. La razón por la que nadie exige un cambio ni se preocupa demasiado por la forma futbolística de un equipo que se parece demasiado al que terminó Diciembre jugando en la Bombonera contra Godoy Cruz, el día de los silbidos a pedido de Román contra Falcioni y Angelici. 
Este Boca de Bianchi se parece a aquél Boca de Falcioni porque hay una coincidencia importante en los nombres y porque los sistemas no son, mal que nos pese, tan diferentes. En el último clásico, el de anoche, se percibieron algunas módicas diferencias. Un buen primer tiempo, o al menos un buen primer cuarto de hora del primer tiempo, con gol tempranero, fruto de una pifia horrible del Pelado Silva que corrigió Erviti en la boca del arco. Ahí tenemos una diferencia, anticipada por el propio Erviti en la semana: "Bianchi me pide que llegue más". Llegó Erviti. Además del gol, tuvo una clarísima 10 minutos después del gol. Y luego tuvo, en la última jugada del primer tiempo, la llegada más clara del partido, luego de correr 50 metros con pelota y sin marca. La intentó picar, pero se la dejó en las manos al bueno de Barovero, que estaba resignado a que lo volvieran a embocar. También hubo un repunte aceptable de Somoza (lo que no es poco), una cierta firmeza de Burdisso, y algunos cierres de Sosa a la altura de lo que tiene que ser un 4 en Boca. Nada más. 
Luego, durante y después, River fue más. Especialmente en lo anímico, pero también en lo futbolístico, porque una cosa va de la mano de la otra. Finalmente, el River de Ramón tiene los mismos nombres que el de Almeyda, y River juega claramente a otra cosa. No digo, ni mucho menos, que River es candidato al título. Pero con estos mismos jugadores Ramón ha cambiado la mentalidad de River. Trezeguet dice que Ramón les hizo entender a los jugadores "lo que es River". Esta parece ser la materia pendiente de Bianchi, que se enfrenta a un grupo de jugadores que vienen, casi todos, de equipos chicos y acostumbrados a jugar - en el Boca de Falcioni - como equipo chico. Orión de Estudiantes, Sosa de este Racing decadente, Carusso de Argentinos, Burdisso de Arsenal, Somoza y el Burrito de Velez, Erviti y Silva de Banfield, Chiqui Perez de Belgrano y Ribair de Tigre "descubierto" por Caruso Lombardi. 
Ramón ganó los clásicos, y no perdió ninguno, manteniendo el doble cinco pero sacando un tipo del fondo y poniendo un enganche. Y ojo, no es que resucitó al Beto Alonso o rescató al Cabezón D' Alessandro. Puso a Maurito Díaz y a Manu Lanzini, dos nenes que juegan de enganche pero que no pueden jugar en ningún equipo de primera argentino más de media hora. Con eso sólo, más el aprovechamiento de las orillas con Sanchez y Vangioni, la pimienta de Mora, y la clase internacional de Trezeguet, le alcanzó para ganar dos clásicos y no perder ninguno. Pero lo importante es como pudo transmitir Ramón, con su presencia y su liderazgo, que River no es de la B aunque haya jugado recientemente en la segunda categoría.
Mientras tanto, Boca repitió los errores ya conocidos. Sin un liderazgo anímico perceptible en ninguna de sus líneas (por eso el capitán es Orión), alternó 15 minutos de intensidad con 75 de desconcierto. Con bajones individuales muy pronunciados. Con errores defensivos gravísimos (todavía le siguen gritando a Sosa que deje de habilitar delanteros rivales cuando la defensa tira el orsai). Con problemas muy graves para tener la pelota (porque Paredes no es Riquelme y porque Boca no tiene siquiera a un Battaglia para entender cuando hay que tenerla... Bianchi se debe querer matar al ver a Gago en Velez!). Con la única receta de revolearla larga para que la aguante el Pelado Silva y el Burrito Martínez apile a 4 o 5 rivales y la mande a guardar, como se hacía o se hubiera hecho con Falcioni. En esto no nos pueden sorprender ciertas similitudes con los sistemas de Bianchi. Pero una cosa es Chilavert poniéndole la pelota con un guante en las cabezas del Turco Asad y el Turu Flores o los volantes de Boca abasteciendo la cabeza de Palermo, y otra es este Orión y estos defensores revoléandola para este Silva, al que un tal Gonzalez Pires (que no podía con los delanteros de Aldosivi) se lo come crudo.
Los partidos de verano son ensayos, y es mejor perder ahora que por los puntos, pero nunca está de más ganarlos, para empezar con el pie derecho. Así estamos, a menos de una semana del comienzo de la hora de la verdad. El próximo sábado contra Quilmes y el jueves siguiente contra el Toluca. Sin saber quienes son titulares y quienes suplentes. Extrañando a Schiavi, a Gago y, algunos van a decir, al propio Mouche!!! De Riquelme, mejor ni hablar, especialmente si arregla con Tigre. Dale Boca.

sábado, 2 de febrero de 2013

Oda a Ramón

Los que no hemos tenido la suerte de ser educados escuchando a Bach y a Mozart, los que aprendimos a leer con la revista El Gráfico y nunca supimos de Dante y de Borges, a los irredimibles del fútbol a los que no nos alcanza con los partidos de fin de semana (y los de entre semana) y necesitan "consumir" prensa deportiva, tenemos hoy la bendición del regreso del Pelado Díaz a River y al fútbol argentino.
A ver, por las dudas que no se haya notado, aquí hay lugar solamente para dos colores, el azul y el amarillo. Pero el sentimiento xeneixe no nos nubla la vista a la hora de valorar a un señor del fútbol. Uno que ha sabido validar sus méritos dentro y fuera de River, con jugadores estrellas y con jugadores del montón.
Para los consumidores compulsivos de reportajes, entrevistas, y partidos de fútbol, es mas o menos sencillo imaginar como son los personajes del fútbol. Y Ramón es uno de esos pocos lindos tipos que tiene el fútbol argentino. Es el delantero zurdo más talentoso que me haya tocado ver, desde su aparición en el River de Labruna en el 78 y la gloria del juvenil del 79 del Flaco Menotti, hasta su paso glorioso por Europa lleno de campeonatos y trofeos de máximo goleador, hasta su regreso a River aquella noche de viernes del 91 contra Rosario Central. Debió ser el 9 de la selección argentina de los mundiales de México 86 y de Italia 90. Bilardo prefirió a Almirón y a Pasculli en el 86, a Dezotti y Balbo en el 90 (el Pelado venía de ser goleador y campeón con el Inter de Milán). Todo por no ser amigo de Maradona. Y por estar, al igual que Fillol, Barbas, Passarella, etc. identificado con Menotti.
Se transformó en precoz DT campeón con River, luego de su retiro. Le hizo ganar casi todo (Del Piero le negó la Intercontinental). Pero de su mano, River desplegó el fútbol más excelso que yo le haya visto jamás (tal vez a la par de los equipos de Angelito en los que fue jugador). Decían que Francescoli le armaba el equipo y que solo podía salir campeón dirigiendo cracks. Pero después de haber sido mal echado de River por el chorro de Aguilar, demostró en San Lorenzo que sabe adaptarse al material que tiene y que puede salir campeón con jugadores falopa.
Pero más allá de sus méritos deportivos indiscutibles, como bostero y como persona le admiro sus valores. Su amor incondicional por River. El haber estado toda la vida con la misma esposa. El haber sido y seguir siendo buen hijo de sus padres y buen padre de sus hijos. Y en su faceta de personaje del fútbol, le admiro su lengua filosa, su carismo, su sentido del humor, su entendimiento del show del fútbol, que aprendió seguramente en Italia. Y su vocación de ir para adelante. Porque todavía no le trajeron un refuezo como la gente - solamente llegó Vangioni y ni siquiera pudieron traer a Fabbro de Paraguay - y se nota un cambio de actitud, una disposición de ir al frente que River perdió en los últimos años, desdichadamente.
Escribo esto sin chicana: de Cappa para acá River había perdido su identidad de grande para transformarse en un equipo que salía a ver que pasa. Nunca debió irse al descenso, pero la mejor rueda, la de Jota Jota, la hizo con tres en el fondo, doble cinco, y laterales volantes que no pasaban nunca (Juan Manuel Díaz era más un central que un lateral). Es decir, defendiendo con ocho!!!!!
Con sus más y con sus menos este River es otra cosa y trata de jugar a otra cosa. Con lo poquito que tiene. Pero a la altura de su historia y de su dignidad de gran campeón. Cualquiera sea su posición en la tabla, River ha dejado de ser de la B. Y eso se lo debe, en buena medida, al regreso de Ramón. Los hinchas de River lo saben. Por eso están de fiesta.