domingo, 3 de febrero de 2013

Comienza la hora de la verdad


Imagine, amigo lector, que Angelici y Falcioni no se juntan a cenar en Puerto Madero el último Diciembre a arreglar la continuidad de Falcioni en Boca hasta que pueda llegar el Mellizo Barros Schelotto en Junio. O imagine que se juntan, pero nadie se entera. O imagine que Riquelme se traga el sapo y no dice nada. O que ironiza pero sin hacer "campaña" en contra de la renovación de Falcioni. ¿Hubiera cambiado en algo el verano de Boca?
A ver: no hubiera llegado Riquelme, posiblemente tampoco Gago, Boca se habría reforzado, muy probablemente, con el Chiqui Perez por Schiavi y Ribair Rodríguez por Ledesma/Erbes, y el Burrito Martínez por Viatri. Boca habría organizado su pretemporada en Tandil, como todos los años de la última década, habría jugado como jugó contra Independiente, Racing, y River, habría ganado mas o menos la misma cantidad de partidos en este verano, y los hinchas estaríamos puteando a Angelici y pidiendo la cabeza de Falcioni antes de comenzar el campeonato.
¿Cómo estamos ahora? Sin Riquelme, sin Gago, con Ribair, Chiqui y el Burrito. Con Bianchi en el banco, claro está. Esa es la diferencia. La razón por la que nadie exige un cambio ni se preocupa demasiado por la forma futbolística de un equipo que se parece demasiado al que terminó Diciembre jugando en la Bombonera contra Godoy Cruz, el día de los silbidos a pedido de Román contra Falcioni y Angelici. 
Este Boca de Bianchi se parece a aquél Boca de Falcioni porque hay una coincidencia importante en los nombres y porque los sistemas no son, mal que nos pese, tan diferentes. En el último clásico, el de anoche, se percibieron algunas módicas diferencias. Un buen primer tiempo, o al menos un buen primer cuarto de hora del primer tiempo, con gol tempranero, fruto de una pifia horrible del Pelado Silva que corrigió Erviti en la boca del arco. Ahí tenemos una diferencia, anticipada por el propio Erviti en la semana: "Bianchi me pide que llegue más". Llegó Erviti. Además del gol, tuvo una clarísima 10 minutos después del gol. Y luego tuvo, en la última jugada del primer tiempo, la llegada más clara del partido, luego de correr 50 metros con pelota y sin marca. La intentó picar, pero se la dejó en las manos al bueno de Barovero, que estaba resignado a que lo volvieran a embocar. También hubo un repunte aceptable de Somoza (lo que no es poco), una cierta firmeza de Burdisso, y algunos cierres de Sosa a la altura de lo que tiene que ser un 4 en Boca. Nada más. 
Luego, durante y después, River fue más. Especialmente en lo anímico, pero también en lo futbolístico, porque una cosa va de la mano de la otra. Finalmente, el River de Ramón tiene los mismos nombres que el de Almeyda, y River juega claramente a otra cosa. No digo, ni mucho menos, que River es candidato al título. Pero con estos mismos jugadores Ramón ha cambiado la mentalidad de River. Trezeguet dice que Ramón les hizo entender a los jugadores "lo que es River". Esta parece ser la materia pendiente de Bianchi, que se enfrenta a un grupo de jugadores que vienen, casi todos, de equipos chicos y acostumbrados a jugar - en el Boca de Falcioni - como equipo chico. Orión de Estudiantes, Sosa de este Racing decadente, Carusso de Argentinos, Burdisso de Arsenal, Somoza y el Burrito de Velez, Erviti y Silva de Banfield, Chiqui Perez de Belgrano y Ribair de Tigre "descubierto" por Caruso Lombardi. 
Ramón ganó los clásicos, y no perdió ninguno, manteniendo el doble cinco pero sacando un tipo del fondo y poniendo un enganche. Y ojo, no es que resucitó al Beto Alonso o rescató al Cabezón D' Alessandro. Puso a Maurito Díaz y a Manu Lanzini, dos nenes que juegan de enganche pero que no pueden jugar en ningún equipo de primera argentino más de media hora. Con eso sólo, más el aprovechamiento de las orillas con Sanchez y Vangioni, la pimienta de Mora, y la clase internacional de Trezeguet, le alcanzó para ganar dos clásicos y no perder ninguno. Pero lo importante es como pudo transmitir Ramón, con su presencia y su liderazgo, que River no es de la B aunque haya jugado recientemente en la segunda categoría.
Mientras tanto, Boca repitió los errores ya conocidos. Sin un liderazgo anímico perceptible en ninguna de sus líneas (por eso el capitán es Orión), alternó 15 minutos de intensidad con 75 de desconcierto. Con bajones individuales muy pronunciados. Con errores defensivos gravísimos (todavía le siguen gritando a Sosa que deje de habilitar delanteros rivales cuando la defensa tira el orsai). Con problemas muy graves para tener la pelota (porque Paredes no es Riquelme y porque Boca no tiene siquiera a un Battaglia para entender cuando hay que tenerla... Bianchi se debe querer matar al ver a Gago en Velez!). Con la única receta de revolearla larga para que la aguante el Pelado Silva y el Burrito Martínez apile a 4 o 5 rivales y la mande a guardar, como se hacía o se hubiera hecho con Falcioni. En esto no nos pueden sorprender ciertas similitudes con los sistemas de Bianchi. Pero una cosa es Chilavert poniéndole la pelota con un guante en las cabezas del Turco Asad y el Turu Flores o los volantes de Boca abasteciendo la cabeza de Palermo, y otra es este Orión y estos defensores revoléandola para este Silva, al que un tal Gonzalez Pires (que no podía con los delanteros de Aldosivi) se lo come crudo.
Los partidos de verano son ensayos, y es mejor perder ahora que por los puntos, pero nunca está de más ganarlos, para empezar con el pie derecho. Así estamos, a menos de una semana del comienzo de la hora de la verdad. El próximo sábado contra Quilmes y el jueves siguiente contra el Toluca. Sin saber quienes son titulares y quienes suplentes. Extrañando a Schiavi, a Gago y, algunos van a decir, al propio Mouche!!! De Riquelme, mejor ni hablar, especialmente si arregla con Tigre. Dale Boca.

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