viernes, 15 de marzo de 2013

Sufre pero vive

Como si hubiera sido favorecido por la estela de una bendición papal, Boca pasó de la sal a la diosa fortuna y se acomodó en el grupo de la Libertadores con otra victoria de visitante.
La cosa empezó bien, promisoria, con no tanto fútbol pero buena presión arriba. Con no tanto juego asociado pero con llegadas más o menos claras. Tirando el offside bastante lejos para achicar la cancha. Hasta que una amarilla bien sacada a Chiqui Perez se transformó en roja por un penal zonzo al delantero de Nacional al que la pelota sobraba. Fue expulsión y penal en contra. El presagio de otra noche salada, de que a Boca le anoten de manera injusta cuando había sido sensiblemente superior en esos primeros 20 minutos de partido. Pero Alonso no fue el Beto y pateó el penal por arriba del travesaño.
Como dijo Macaya en la tele - hace falta Macaya en el Fútbol Para Todos - Bianchi hizo bien en no apurar cambios para reacomodar la defensa. Puso a Erviti como una especie de doble 5 con Erbes y mandó a Ribair a la posición de Pérez (al que habría que mandar a la reserva por algunas fechas para que madure un poco). El gol llegó de penal, un penal igual de dudoso que el que le cobraron en contra a Boca, por agarrón. Román lo transformó en gol.
Y a ese partido le sobraron los 50 minutos que faltaban. Porque si después de la expulsión y el penal en contra Bianchi firmaba el empate ahí mismo, 1-0 arriba a cosa era negociar como hacer para adelantar el reloj. A eso salió Boca en el segundo tiempo. Planteo desde luego legítimo, dada la inferioridad numérica.
Los primeros 10 minutos del segundo tiempo fueron muy buenas. Boca llegó poco, pero mucho más que Nacional. La clave: tener la bola, manejar los tiempos. Román tomó la batuta y con la ayuda de Erbes, Erviti, alguna subida de Clemente, Viatri aguantando y el Burrito intentando Boca se defendió con la pelota y terminó jugando mejor con diez que con once (todo un mensaje para Chiqui Perez... habría que ver si con 9, sacando a Sosa, mejora aún más).
Pero de a poco, y especialmente a partir del ingreso del Chino Recoba, Nacional lo fue empujando a Boca hacia su propia área. Salieron Erviti y el Burrito, agotados, ingresaron Ledesma y Somoza, para aguantar y para cabecear, porque se sabía lo que se venían eran centros al área de Boca. Las piernas fueron flaqueando y cada vez fue más difícil defenderse con la pelota. Bianchi arrió esa bandera y en los últimos cinco minutos mandó a Caruzzo a cabecear, en reemplazo de Román, que si no fuera Román debería haber salido antes, porque no corre (ni su función es correr, desde luego).
Finalmente, y luego de sufrir por casi 70 minutos, se ganan tres puntos de oro para estar de nuevo con chances ciertas de clasificar a la segunda ronda. Con el arco en cero, dice Bianchi inflando el pecho. Aunque no dice que tuvo la bendición de Francisco o el celular de Dios, porque la tapada de Orión en ese mano a mano del final era una chance más clara que el penal de Alonso para que Nacional anotara. Esa es la diferencia entre anoche y el partido de ida en la Bombonera (y el del domingo con Rafaela). Cuando a Boca le anotan en la primera llegada, cuando pega en el palo y va adentro, se hace cuesta arriba. Cuando se salva, puede ganar. Si esos detalles hacen la diferencia en cruces de vida o muerte en la Champions, como le pasó al Barsa en Milán y en el Camp Nou, como no van lo van a hacer entre dos equipos mediocres pero con historia como Boca y Nacional.
Lo que nos queda ahora en la retina son esas imágenes del final del partido, con Román yendo a la raya de cal a charlar con Bianchi sobre como seguimos. Esa dupla no es la de antes. Tal vez sea el último café. Pero lo vamos a disfrutar salga como salga. Porque los amamos.

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