domingo, 10 de marzo de 2013

Lo mejor en la cantera

Lo de esta noche ha estado a tono con las últimas actuaciones de Boca. Un comienzo prometedor que se desvanece como por arte de magia por un gol rival inmerecido que cambia el partido y arrebata la confianza inicial. Pasó el jueves con Nacional. Pasó hace un rato con Atlético de Rafaela.
Poco importa que el penal que marcó Pezzotta haya sido un invento (en todo caso, tan invento como el que le regaló a Boca en el final del primer tiempo y que el Pelado Silva, malogró, para justificar los insultos que le dedican los hinchas de Boca. Poco importa que a Boca le sigan cobrando penales en contra, como contra Quilmes, Toluca, All Boys, y Barcelona de Ecuador (y que Caruzzo haya sido el responsable de cometer esos penales de Quilmes. Toluca y ahora de Rafaela).
Boca perdió la calma, se dejó llevar por la vorágina del pelotazo y la pelota dividida, y no encontró respuestas a sus crónicos problemas en la generación de fútbol. Los problemas defensivos esta vez estuvieron menos presentes, en parte porque el equipo santafesino atacó poco y en parte porque los defensores tuvieron una tarea más aceptable: Magallán cumplió, Albín casi que se destacó, estuvo firme en la marca e hizo algo de daño cuando pasaba al ataque,  y el chico Zárate no fue fácil de eludir (aunque no aparta nada en ataque).
Bianchi, desde el banco, contagia parte de esa incertidumbre y de ese desconcierto por la mala suerte. Lo que transmiten sus cambios es un sentido de urgencia que está a tono con lo que demanda el hincha pero no con eficacia deportiva. Al igual que en los partidos anteriores, Bianchi hace cambios osados, se anima a ir al frente, y se diferencia de las movidas defensivas de Falcioni. Pero la acumulación de hombres de ataque no se traduce en una mayor cantidad de situaciones de gol ni bastante menos que eso. Hoy terminó el partido con los dos nueves (Silva y Blandi), con dos punteros (Acosta por la derecha, Palacios por la izquierda), un enganche (Paredes), y un doble cinco ofensivo (Sanchez Miño). O sea, usando los numeritos, un 4-2-1-4. Verdaderamente osado. Por eso se festejó el empate como si fuera un triunfo. Por eso y para sacarse la sal.
Las mejores respuestas llegaron de la cantera. En los quince primeros minutos del segundo tiempo, Sanchez Miño demostró que no sólo tiene que ser titular en este equipo muleto que juega el campeonato, sino que debería serlo también en el equipo titular que juega la Libertadores (pero no puede, pues no está en la lista de la primera fase). Con la soltura y el aplomo de siempre, aportó criterio para manejar la pelota, buena pegada en las jugadas de pelota parada y en movimiento, y hasta una capacidad de recuperación de pelota que lo hacen imprescindible. La otra presencia decisiva viniendo del banco esta noche fue la de Sebastián Palacios, que fué de lo mejor ante Unión hace una semana (a fuerza de coraje para pedirle e ir al frente), esta vez  le sirvió el gol del empata a Blandi y se transformó en una pesadilla para la defensa de Burruchaga.
Al cabo de 12 partidos oficiales, Carlos Bianchi cosecha 2 triunfos, 3 empates, y 7 derrotas. Esto es, apenas, un 25% de los puntos. Para Bianchi esto ha de ser una afrenta insoportable. Pero para el hincha de Boca es una circunstancia que se explica más por la mala suerte y las defecciones de los jugadores que por los errores del director técnico. Tal vez en un año pueda formar el mediocampo que más promete, con Pol Fernández, Erbes, Sanchez Miño, y Paredes. Pero hasta que las verdes se hagan maduras, la Copa hay que jugarla con los grandes. No sólo por el resultado deportivo sino también para no exponer a los pibes.
Desde aquí y por tres semanas Boca se juega la vida en la Libertadores. Tiene más chances de quedar afuera de todo que de seguir. Pero si la suerte se revierte y los procesos de desarrollo se concretan, Boca tiene potencial para revivir los ciclos exitosos. Necesita, sin embargo, defensores a la altura de Perico Marante, del peruano Meléndez, del brasilero Orlando, de Pancho Sá y de Mouzo, de Bermúdez, Samuel y el Cata Díaz. Hoy pareciera que no los tiene.

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