sábado, 23 de marzo de 2013

Cero onda


Tal vez los comunicadores transmitan otra cosa mañana, pero habiendo estado en los dos últimos partidos de local de la selección argentina, me quedo con la sensación de que no hay química entre la sensibilidad futbolera promedio y este equipo. No basta con tener al mejor jugador del mundo en plenitud, batiendo récords también con la celeste y blanca. No basta con volver a golear al rival en el Monumental, mantener el invicto de local, y promediar 3 goles por partido. No basta con estar 5 puntos arriba de lo que estaba hace 4 años la selección de Maradona (que, casualmente, había debutado con goleada frente a Venezuela).
Las razones por las que no despierta pasiones son insondables. Carece de jugadores carismáticos y de líderes fuertes (no comparo con Maradona ni Passarella, sino con otros líderes menores que no ganaron nada pero despertaban simpatías importantes, desde Simeone hasta Verón, desde Batistutta hasta Ruggeri, desde Ayala hasta Tévez, desde Ortega hasta Riquelme). El técnico tampoco ayuda, porque su tono monocorde hace aburrirnos antes de poder prestarle atención a lo que dice.
Aunque esta noche el penal que convirtió Messi no haya sido penal y aunque el segundo gol de Higuaín fuera en offside, Argentina está cuatro goles arriba de Venezuela. Por lo tanto, las evaluaciones son un sinsentido. Por ejemplo, la gran actuación de Montillo y las expectativas de jugar con enganche como él serán, me parece, tan efímeras como la categoría con la que salía jugando desde el fondo el Chiqui Perez anoche contra los delanteros de Excursionistas.
La selección, con este ataque, hará estragos frente a equipos que no saben defenderse y que tampoco tienen mucho para ofrecer en ataque. Cuando lleguen los equipos importantes, los que pueden hacer bien las dos cosas o al menos una de ellas, el futuro se ennegrece. Mientras tanto, se sigue defendiendo con Federico Fernández y con Garay. Rojo y Zabaleta se afirman (?) en las bandas, y Gago y Mascherano se consolidan (?) como doble-cinco.
De todas maneras, no cometamos el error de los que reducen el equipo a los nombres propios. Hay una apuesta de Sabella. Y Pachorra no la caretea: el Norte es la selección del 86. Y la "ciencia", la "revolución", "el modelo" (para usar otra expresión trillada), es la misma del maestro de Sabella: prender velas y seguir las cábalas para que Messi llegue sano, fino, y de buen humor al 2014. Hacernos creer que lo que lo hace jugar bien es la cinta de capitán, como al Diego en el 86. Si el tipo mantiene el promedio de un gol por partido, la historia consiste en cerrar los caminos para que le conviertan al equipo. No hay una apuesta a presionar arriba, a la manera de las selecciones de Passarella o de Bielsa. No hay tampoco una convicción por la tenencia - a la manera de las selecciones de Menotti, Basile, o Peckerman - siguiendo el principio de que si se juega con solo una pelota, cuando la tengo yo no me atacan. La apuesta es clasificar primero al mundial y luego a la segunda ronda del mundial. Y luego esperar que Messi haga la diferencia en los cruces mano a mano como hizo Diego en el 86. Si está inspirado, aunque al alumno de Zubeldía le hicieran dos goles de cabeza en 15 minutos para levantarle un 0-2, todavía se puede ser campeón del mundo. Y si lo único que importa es el resultado, seremos unos pocos los que denunciemos la pobreza futbolística del equipo de Messi (aquí dicho literalmente).
En este terreno, me parece que lo único que puede aportar Sabella, en materia defensiva, está ausente. Argentina es un equipo vulnerable, al que se le puede hacer mucho daño si se lo ataca. Aunque uno debe de tener algo con lo que atacar. Eso es lo que le faltó esta noche a Venezuela. Pero no nos engañemos. Porque en octavos de final solo podemos toparnos con Venezuela u otro de su talante solamente en un bar.

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