miércoles, 7 de agosto de 2013

Orejeando (y buscando identidad)

Para empezar, y despejar sospechas, digamos las cosas con propiedad. A Belgrano le estafaron el partido esta noche. Le anularon dos goles en offside, le dieron un penal en contra dudoso y no le cobraron dos penales a favor también dudosos. No mereció perder ni Boca ganar. Habrá que ver si Segura, el que iba a renunciar a todo al final de campeonato y sigue más firme que Cristina en la Rosada, dispuso que arbitrara Maglio y de esta manera para administrar la ley de las compensaciones. No se olvide que el 13 de Abril pasado, Boca y Belgrano se enfrentaron en la Bombonera. Que Boca mereció ganar y que a Blandi no le dieron un gol porque la pelota no había entrado aunque las cámaras mostraron que había entrado medio metro. Pero más allá de los horrores del arbitraje argentino y las contribuciones de Maglio a esa causa, hay que sacar en limpio lo que deja este debut de Boca en el campeonato.
Deja, desde luego, un triunfo. Que aunque sea inmerecido siempre genera buenas expectativas. Pero mejor fue el arranque del campeonato anterior, levantando un 0-2 a All Boys y ganando épicamente. Además de las diferencias en los nombres, aquel equipo de Boca tuvo más llegadas que este. Fue igual de frágil para defenderse. Pero generó situaciones como para merecer ese triunfo.
Hoy Belgrano arrancó ganando desde el vestuario, como le viene pasando a Boca desde hace al menos dos años. El pirata cordobés fue ordenado en defensa y preciso en ataque. Le regaló la posesión a Boca pero hizo mucho daño contragolpeando. Creó no menos de seis situaciones de peligro claras. Boca tuvo que sobreponerse al gol temprano. Lo hizo merced a un penal. Pero las zozobras defensivas continuaron durante todo el partido.
El diagnóstico es bastante claro: Boca gana en solidez con la presencia del Cata Díaz pero pierde el trámite del partido en el medio, porque le sobra buen pie pero le falta raspar. Y, entonces, si la figura de Boca y del partido es Ribair Rodríguez, si los hinchas empiezan a pensar que Gago va a tener problemas en sacarle el puesto, el problema es que Boca no domina con pelota y no recupera ni transcisiona bien cuando lo atacan. Ledesma es una sombra del gran volante derecho que supo ser. Y Sanchez Miño derrocha talento pero parece hacerlo fuera de su lugar natural y con muy poca contracción a correr rivales (aunque sigue siendo el primero y el mejor socio de Riquelme). Los delanteros parecen aislados de ese circuito incipiente. Blandi es un remedo de Silva, y el Burrito Martínez juega para su puchero pero se asocia poco.
Así, lo que Boca necesita, por el momento, además de los triunfos, es una cierta identidad. Que esta noche no se vislumbró. Porque Boca estuvo incómodo con la pelota y desordenado sin ella. Cuando la tiene parece que están jugando un loco. Se la prestan, pero de manera estática, sin agresividad para hacer daño en el arco de enfrente. Y cuando no la tienen, salen a marcar de a uno, dejando flancos muy abiertos en los costados y exponiéndose a dejar habilitados a los rivales por un mal paso adelante.
En tren de rescatar lo positivo, además de la buena tarea de Ribair y de la sólida actuación del Cata Díaz, incluyendo su orejazo que sentenció el partido, hay que reiterar el compromiso de Riquelme con este equipo de Bianchi. Pocas veces lo hemos visto correr rivales después de perder una pelota a los 40 minutos del segundo tiempo. Pero esta noche lo hizo y los hinchas lo van a recordar. Y además, claro, el fútbol. Gol de penal que sirve para poner justicia a los 10 minutos del primer tiempo. Y dos deliciosos pases-gol a Gigliotti que Palermo hubiera convertido en goles (aunque después lo puteara porque no le había sonrisitas en el vestuario).
La buena noticia, por el momento, es apenas el resultado. Y como encima está teñida por la mano sucia de Segura, ni siquiera aparece como una promesa más o menos seria. Lo que viene es Newells, el "Barcelona criollo" ahora reforzado con Trezeguet. Un buen test para confirmar para qué está Boca.

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