De Buen Pie
Cuando voy vengo, cuando vengo voy
martes, 13 de agosto de 2013
La manta corta y la manta angosta
Si uno se pudiera sacar la camiseta habría que decir que Boca y Newells jugaron un muy buen partido esta noche. Pero uno no se saca la camiseta (entre otras cosas por el viento helado de esta noche, que nos hizo difícil la llegada, la permanencia y la salida de la Bombonera).
Boca jugó mejor que contra Belgrano. Tuvo picos de juego interesante en la primera media hora de partido, con gol desde el vestuario incluido. Ese gol de Blandi es maravilloso por como se gesta y se define la jugada. El del Cata Díaz es más espectacular, pero menos replicable.
Lo que se replicó durante todo el partido fue la pelota cruzada a las espaldas de Marín, en el flanco derecho de la defensa de Boca. El pibe nos hizo acordar a aquella derrota olvidable de local en la Bombonera frente al Toluca en el semestre pasado, aquella en la que Cellay se comió tamaño baile que Bianchi tuvo que sacarlo en el primer tiempo. En realidad, Marín no fue bailado. Cometió errores conceptuales, pero no perdió en los mano a mano. El problema del costado derecho de la defensa de Boca es colectivo. Y tiene que ver con otros factores. Bianchi, a gusto o a disgusto, tiene que rodear a Riquelme de buenos interlocutores. Román necesita opciones de pase y esas opciones no se generan si sus compañeros no pasan la línea de la pelota. El problema es que después hay que volver. Y aunque uno prefiera sin dudarlo a Sanchez Miño que a Erviti, la falta de despliegue de los laderos de Riquelme se siente cuando hay que volver. En el caso de Marín, al que extraña es a Ledesma.
La cuestión es sencilla: Boca no lastima cuando tiene la pelota, ni puede asegurar control pleno de la redonda. Y cuando la pierde, y la pierde seguido, sufre corriendo de atrás a volantes y delanteros rivales que aprovechan para disparar con muchos metros y pocas piernas enfrente.
Esto no es un llamado a planteos más conservadores. Si la derrota es inexorable, es preferible perder así, yendo al frente, que perder especulando como con Falcioni. Pero no es evidente que la derrota sea inexorable. Ni es inevitable que cada vez que le llegan a Boca le conviertan. Cierto es que la noche de Marín fue negra, pero Orión tiene responsabilidades decisivas en el segundo gol. Y al margen de las actuaciones individuales, hay un patrón muy claro que muestra la mandíbula vulnerable del xeneixe. Boca estuvo dos veces arriba, de local, y no pudo cerrar el partido. Y lo termina perdiendo.
Es verdad que Newells jugó un muy buen partido. Mejor que los dos empates con los que dejó a Boca afuera de la Libertadores por penales. Tuvo más coraje y más dignidad. Especuló menos con los errores de Boca. Salió a buscar el partido. Y probablemente haya merecido ganarlo, aunque más no sea por la pobreza del segundo tiempo xeneixe.
En Boca cumplieron el Cata e Insúa entre los defensores y Ribair en la línea de volantes. Román tuvo más sombras que luces y el Burrito Martínez, lamentablemente, confirma que la camiseta le queda tan grande que hoy Mouche sería titular y en cualquier momento Cangele le saca el puesto. Gigliotti volvió a tener una. Y la volvió a fallar. No se le puede exigir efectividad perfecta. Pero por el momento no justifica más de los 15 minutos que Bianchi le está ofreciendo.
Ya en el semestre anterior Boca demostró que sabe jugar finales y que las puede jugar muy bien (sólo por penales dejó la Libertadores). Pero para jugar finales hay que primero ganar partidos intrascendentes como el de esta noche. Y en eso Boca sigue fallando.
miércoles, 7 de agosto de 2013
Orejeando (y buscando identidad)
Para empezar, y despejar sospechas, digamos las cosas con propiedad. A Belgrano le estafaron el partido esta noche. Le anularon dos goles en offside, le dieron un penal en contra dudoso y no le cobraron dos penales a favor también dudosos. No mereció perder ni Boca ganar. Habrá que ver si Segura, el que iba a renunciar a todo al final de campeonato y sigue más firme que Cristina en la Rosada, dispuso que arbitrara Maglio y de esta manera para administrar la ley de las compensaciones. No se olvide que el 13 de Abril pasado, Boca y Belgrano se enfrentaron en la Bombonera. Que Boca mereció ganar y que a Blandi no le dieron un gol porque la pelota no había entrado aunque las cámaras mostraron que había entrado medio metro. Pero más allá de los horrores del arbitraje argentino y las contribuciones de Maglio a esa causa, hay que sacar en limpio lo que deja este debut de Boca en el campeonato.
Deja, desde luego, un triunfo. Que aunque sea inmerecido siempre genera buenas expectativas. Pero mejor fue el arranque del campeonato anterior, levantando un 0-2 a All Boys y ganando épicamente. Además de las diferencias en los nombres, aquel equipo de Boca tuvo más llegadas que este. Fue igual de frágil para defenderse. Pero generó situaciones como para merecer ese triunfo.
Hoy Belgrano arrancó ganando desde el vestuario, como le viene pasando a Boca desde hace al menos dos años. El pirata cordobés fue ordenado en defensa y preciso en ataque. Le regaló la posesión a Boca pero hizo mucho daño contragolpeando. Creó no menos de seis situaciones de peligro claras. Boca tuvo que sobreponerse al gol temprano. Lo hizo merced a un penal. Pero las zozobras defensivas continuaron durante todo el partido.
El diagnóstico es bastante claro: Boca gana en solidez con la presencia del Cata Díaz pero pierde el trámite del partido en el medio, porque le sobra buen pie pero le falta raspar. Y, entonces, si la figura de Boca y del partido es Ribair Rodríguez, si los hinchas empiezan a pensar que Gago va a tener problemas en sacarle el puesto, el problema es que Boca no domina con pelota y no recupera ni transcisiona bien cuando lo atacan. Ledesma es una sombra del gran volante derecho que supo ser. Y Sanchez Miño derrocha talento pero parece hacerlo fuera de su lugar natural y con muy poca contracción a correr rivales (aunque sigue siendo el primero y el mejor socio de Riquelme). Los delanteros parecen aislados de ese circuito incipiente. Blandi es un remedo de Silva, y el Burrito Martínez juega para su puchero pero se asocia poco.
Así, lo que Boca necesita, por el momento, además de los triunfos, es una cierta identidad. Que esta noche no se vislumbró. Porque Boca estuvo incómodo con la pelota y desordenado sin ella. Cuando la tiene parece que están jugando un loco. Se la prestan, pero de manera estática, sin agresividad para hacer daño en el arco de enfrente. Y cuando no la tienen, salen a marcar de a uno, dejando flancos muy abiertos en los costados y exponiéndose a dejar habilitados a los rivales por un mal paso adelante.
En tren de rescatar lo positivo, además de la buena tarea de Ribair y de la sólida actuación del Cata Díaz, incluyendo su orejazo que sentenció el partido, hay que reiterar el compromiso de Riquelme con este equipo de Bianchi. Pocas veces lo hemos visto correr rivales después de perder una pelota a los 40 minutos del segundo tiempo. Pero esta noche lo hizo y los hinchas lo van a recordar. Y además, claro, el fútbol. Gol de penal que sirve para poner justicia a los 10 minutos del primer tiempo. Y dos deliciosos pases-gol a Gigliotti que Palermo hubiera convertido en goles (aunque después lo puteara porque no le había sonrisitas en el vestuario).
La buena noticia, por el momento, es apenas el resultado. Y como encima está teñida por la mano sucia de Segura, ni siquiera aparece como una promesa más o menos seria. Lo que viene es Newells, el "Barcelona criollo" ahora reforzado con Trezeguet. Un buen test para confirmar para qué está Boca.
Deja, desde luego, un triunfo. Que aunque sea inmerecido siempre genera buenas expectativas. Pero mejor fue el arranque del campeonato anterior, levantando un 0-2 a All Boys y ganando épicamente. Además de las diferencias en los nombres, aquel equipo de Boca tuvo más llegadas que este. Fue igual de frágil para defenderse. Pero generó situaciones como para merecer ese triunfo.
Hoy Belgrano arrancó ganando desde el vestuario, como le viene pasando a Boca desde hace al menos dos años. El pirata cordobés fue ordenado en defensa y preciso en ataque. Le regaló la posesión a Boca pero hizo mucho daño contragolpeando. Creó no menos de seis situaciones de peligro claras. Boca tuvo que sobreponerse al gol temprano. Lo hizo merced a un penal. Pero las zozobras defensivas continuaron durante todo el partido.
El diagnóstico es bastante claro: Boca gana en solidez con la presencia del Cata Díaz pero pierde el trámite del partido en el medio, porque le sobra buen pie pero le falta raspar. Y, entonces, si la figura de Boca y del partido es Ribair Rodríguez, si los hinchas empiezan a pensar que Gago va a tener problemas en sacarle el puesto, el problema es que Boca no domina con pelota y no recupera ni transcisiona bien cuando lo atacan. Ledesma es una sombra del gran volante derecho que supo ser. Y Sanchez Miño derrocha talento pero parece hacerlo fuera de su lugar natural y con muy poca contracción a correr rivales (aunque sigue siendo el primero y el mejor socio de Riquelme). Los delanteros parecen aislados de ese circuito incipiente. Blandi es un remedo de Silva, y el Burrito Martínez juega para su puchero pero se asocia poco.
Así, lo que Boca necesita, por el momento, además de los triunfos, es una cierta identidad. Que esta noche no se vislumbró. Porque Boca estuvo incómodo con la pelota y desordenado sin ella. Cuando la tiene parece que están jugando un loco. Se la prestan, pero de manera estática, sin agresividad para hacer daño en el arco de enfrente. Y cuando no la tienen, salen a marcar de a uno, dejando flancos muy abiertos en los costados y exponiéndose a dejar habilitados a los rivales por un mal paso adelante.
En tren de rescatar lo positivo, además de la buena tarea de Ribair y de la sólida actuación del Cata Díaz, incluyendo su orejazo que sentenció el partido, hay que reiterar el compromiso de Riquelme con este equipo de Bianchi. Pocas veces lo hemos visto correr rivales después de perder una pelota a los 40 minutos del segundo tiempo. Pero esta noche lo hizo y los hinchas lo van a recordar. Y además, claro, el fútbol. Gol de penal que sirve para poner justicia a los 10 minutos del primer tiempo. Y dos deliciosos pases-gol a Gigliotti que Palermo hubiera convertido en goles (aunque después lo puteara porque no le había sonrisitas en el vestuario).
La buena noticia, por el momento, es apenas el resultado. Y como encima está teñida por la mano sucia de Segura, ni siquiera aparece como una promesa más o menos seria. Lo que viene es Newells, el "Barcelona criollo" ahora reforzado con Trezeguet. Un buen test para confirmar para qué está Boca.
jueves, 1 de agosto de 2013
Comenzar derecho
Empieza el torneo y, como ocurre cada seis meses, se encienden esperanzas de salir campeón. Se han reforzado muy bien Racing, River, San Lorenzo, y Lanús. Velez quiere pelear y Newells reemplaza a Scocco con Trezeguet (estando sano, es muy superior el francés). Pero el que más ha invertido y el que hace las modificaciones más radicales es Boca.
Un semestre más tarde de lo esperado, se producen los ansiados regresos del Cata Díaz y de Fernando Gago, del Atlético Madrid y el Valencia de España. Se suman además dos jugadores del club, Emanuel Insúa y Jesús Méndez, al vencimiento de sus préstamos con Godoy Cruz y Central respectivamente. Boca además incorpora a dos delanteros goleadores: Emanuel Gigliotti, goleador del campeonato anterior con Colón y Claudio Riaño que viene de San Martín de San Juan. A esos se suma un arquero suplente, Trípodi que viene de Quilmes, y Franco Cángele, un viejo conocido. O sea, un total de ocho nuevos o semi-nuevos, más la posibilidad de incorporar un lateral derecho (suena Iván Piris, el paraguayo de la Roma)
Los que se van son, de acuerdo con los registros oficiales, 23 jugadores. Las salidas más dolorosas han sido, probablemente, las de Clemente Rodríguez (que se fue al San Pablo de Brasil), Lucas Viatri (al Jaguares de Chiapas), Oscar Ustari (al Almería de España), y - lo más criticable - los jóvenes que se van para darle lugar a los nuevos experimentados, esto es, Gaona Lugo al Cerro Porteño, Magallán y Pol Fernández a Central, Jopito Alvarez, Benavidez, y Nico Colazo a All Boys, Sebastián Palacios (Unión), y Sergio Araujo (que la va a romper en Tigre).
No serán extrañados ni Silva ni Somoza ni el Laucha Acosta, todos en Lanús. Y pasarán al triste olvido jugadores mediocres como Emiliano Albín (se fue a Peñarol), Walter Erviti (al Atlante), y Christian Cellay (que no está ni para jugar en la B en Huracán) que se fueron por sus mediocres rendimientos pero no tuvieron siquiera la gratitud de respetar al equipo que por única vez en la vida les permitió jugar en un grande. Dentro de un par de años, nadie se acordará de Cellay, Erviti, Silva, Somoza, Albín. O, si nos acordamos, será para agarrarnos la cabeza pensando en los penales de Cellay, los pases errados de Somoza, los choques, foules en ataque, y posiciones adelantadas de Silva, y el gol errado por Erviti, mano a mano con Barovero. Una suerte que se hayan ido (también se fue Franco Sosa a Gimnasia de Jujuy, sin pena ni gloria pero con mínima dignidad).
Se espera una defensa más confiable, a partir de la experiencia y la jerarquía del Cata Díaz. Se espera mucho Fútbol De Buen Pie en ese medio campo de notables que Bianchi puede formar juntando a Erbes, Gago, Sanchez Miño y Riquelme (más Ledesma, Mendez, Rivero, Paredes cuando se recupere de la patada criminal del mediocre Orión). Y se espera gol con las presencias de Blandi, el Burrito Martínez, más las llegadas de Gigliotti y Riaño. Pero, por sobre todo, se espera recuperar la solidez defensiva y un concepto de juego que Boca no tiene desde el último equipo de Basile. En ese, precisamente, brillaban el Cata y Gago. Son esos fantasmas los que estamos invocando. Ahora de la mano de Bianchi.
Un semestre más tarde de lo esperado, se producen los ansiados regresos del Cata Díaz y de Fernando Gago, del Atlético Madrid y el Valencia de España. Se suman además dos jugadores del club, Emanuel Insúa y Jesús Méndez, al vencimiento de sus préstamos con Godoy Cruz y Central respectivamente. Boca además incorpora a dos delanteros goleadores: Emanuel Gigliotti, goleador del campeonato anterior con Colón y Claudio Riaño que viene de San Martín de San Juan. A esos se suma un arquero suplente, Trípodi que viene de Quilmes, y Franco Cángele, un viejo conocido. O sea, un total de ocho nuevos o semi-nuevos, más la posibilidad de incorporar un lateral derecho (suena Iván Piris, el paraguayo de la Roma)
Los que se van son, de acuerdo con los registros oficiales, 23 jugadores. Las salidas más dolorosas han sido, probablemente, las de Clemente Rodríguez (que se fue al San Pablo de Brasil), Lucas Viatri (al Jaguares de Chiapas), Oscar Ustari (al Almería de España), y - lo más criticable - los jóvenes que se van para darle lugar a los nuevos experimentados, esto es, Gaona Lugo al Cerro Porteño, Magallán y Pol Fernández a Central, Jopito Alvarez, Benavidez, y Nico Colazo a All Boys, Sebastián Palacios (Unión), y Sergio Araujo (que la va a romper en Tigre).
No serán extrañados ni Silva ni Somoza ni el Laucha Acosta, todos en Lanús. Y pasarán al triste olvido jugadores mediocres como Emiliano Albín (se fue a Peñarol), Walter Erviti (al Atlante), y Christian Cellay (que no está ni para jugar en la B en Huracán) que se fueron por sus mediocres rendimientos pero no tuvieron siquiera la gratitud de respetar al equipo que por única vez en la vida les permitió jugar en un grande. Dentro de un par de años, nadie se acordará de Cellay, Erviti, Silva, Somoza, Albín. O, si nos acordamos, será para agarrarnos la cabeza pensando en los penales de Cellay, los pases errados de Somoza, los choques, foules en ataque, y posiciones adelantadas de Silva, y el gol errado por Erviti, mano a mano con Barovero. Una suerte que se hayan ido (también se fue Franco Sosa a Gimnasia de Jujuy, sin pena ni gloria pero con mínima dignidad).
Se espera una defensa más confiable, a partir de la experiencia y la jerarquía del Cata Díaz. Se espera mucho Fútbol De Buen Pie en ese medio campo de notables que Bianchi puede formar juntando a Erbes, Gago, Sanchez Miño y Riquelme (más Ledesma, Mendez, Rivero, Paredes cuando se recupere de la patada criminal del mediocre Orión). Y se espera gol con las presencias de Blandi, el Burrito Martínez, más las llegadas de Gigliotti y Riaño. Pero, por sobre todo, se espera recuperar la solidez defensiva y un concepto de juego que Boca no tiene desde el último equipo de Basile. En ese, precisamente, brillaban el Cata y Gago. Son esos fantasmas los que estamos invocando. Ahora de la mano de Bianchi.
sábado, 27 de julio de 2013
Por penales: Amanece una nueva hegemonía brasileira
No hay que ser adivino ni entender mucho de esto para vislumbrar la recuperación brasileña en el horizonte latinoamericano y mundial. No ha sido a fuerza de una cantera riquísima, pues a pesar de la fulgurante aparición de Neymar, de Brasil no salen super-estrellas como hace tres décadas. No ha sido a fuerza de un juego deslumbrante, como supo serlo entre los 60 y los 70, también en los 80 aunque ganando menos, e incluso en los menos vistosos equipos campeones de los mundiales 1994 y 2002.
El proceso pudo iniciarse en 2010. Escribimos aquí que ese Brasil era el único equipo con posibilidades serias de ganarle a la mejor versión de España, a la postre campeón del mundo. De hecho, sigo pensando que si no se le aflojaba la mandíbula contra Holanda después de poder golearlo en el primer tiempo, hubiera sido el campeón.
Pues bien, ahora aplastó a España en la final de la Copa de las Confederaciones (y le hizo precio). Desde luego que no hay esos cuatro goles de diferencia entre los dos seleccionados. Y hay que registrar el hecho de que Brasil arrancó ganando esa final desde el vestuario. Pero también anotemos que el seleccionado de Felipao tuvo que sobreponerse a un ambiente político y social enrarecido que eligió como escenario, precisamente, la Copa de las Confederaciones. Su selección no podía fracasar. Y fue la responsable, con su categórica victoria frente al campeón reinante, de aquietar los clamores sociales y alinear las ansiedades al proyecto estrictamente futbolístico, como le gusta a Dilma y a Lula.
Esta semana asistimos a una nueva consagración. Por penales, el Atlético Mineiro de Ronaldinho se consagró campeón de la Copa Libertadores de América por primera vez en su historia. Se suma al Inter de Porto Alegre, al Santos de Neymar, y al Corinthians para consolidar la hegemonía brasileña. Los últimos cuatro campeones fueron brasileños. Y salvo la victoria del Inter, los otros tres se impusieron a equipos con rica historia en esas finales (Peñarol, Boca, y ahora Olimpia).
Cierto es que el Mineiro jugó su mejor fútbol en la primera ronda. Que superó las instancias finales jugando de regular para abajo y solamente por penales. Que dió muchísimas facilidades defensivas, no solamente por sistema sino por distracciones imperdonables en estas competencias. Esos errores, normalmente, te los facturan. Al Chiapas le regaló un penal en el último minuto del partido. Si convertía se quedaba, de local, en cuartos, afuera de la copa, después de dominarlo. Luego fue Newells. Pudo llevarse un empate de Rosario, pero terminó 0-2 en la ida. Y aunque un gol tempranero en la vuelta le devolvió las esperanzas, iban 41 del segundo tiempo y a la final pasaba el equipo de Martino. Tuvieron que apagar la luz y agitar los fantasmas de viejas frialdades pectorales rosarinas para llevarse el empate en la última jugada del partido y terminarlo por penales, también sufriendo por errores propios. Porque esa seria la perdió Newells, no la ganó el Mineiro. Y la final fue parecida, hasta en el resultado. Olimpia, por las ingenuidades defensivas del equipo brasileño, se llevó un inmerecido 2-0 en la ida, por un gol de tiro libre como cualquiera que pareció brillante por la chambonada conjunta del arquero y del zaguero. Y en la vuelta, nuevamente, el Olimpia tuvo todo para empatar en un gol y liquidar la serie. Pero el tronco Ferreyra se resbaló y, que paradoja, con un cabezazo, el Mineiro pudo empatar 2-0. Pudo también ganarlo en el alargue. Pero el partido se definió en los penales. Y ahí el Mineiro no falló.
Con un poco de suerte a cuestas, Brasil se perfila para recuperar su liderazgo internacional. Será local en el mundial del año próximo. Y será difícil robarle el título en su casa si consolida un buen sistema defensivo y cambia la antigua belleza por la nueva efectividad. España ya no es rival, diezmada por el paso del tiempo. Solamente Alemania aparece en el horizonte para complicarle el camino. Argentina, como el Barça, sigue en manos de Messi.
El proceso pudo iniciarse en 2010. Escribimos aquí que ese Brasil era el único equipo con posibilidades serias de ganarle a la mejor versión de España, a la postre campeón del mundo. De hecho, sigo pensando que si no se le aflojaba la mandíbula contra Holanda después de poder golearlo en el primer tiempo, hubiera sido el campeón.
Pues bien, ahora aplastó a España en la final de la Copa de las Confederaciones (y le hizo precio). Desde luego que no hay esos cuatro goles de diferencia entre los dos seleccionados. Y hay que registrar el hecho de que Brasil arrancó ganando esa final desde el vestuario. Pero también anotemos que el seleccionado de Felipao tuvo que sobreponerse a un ambiente político y social enrarecido que eligió como escenario, precisamente, la Copa de las Confederaciones. Su selección no podía fracasar. Y fue la responsable, con su categórica victoria frente al campeón reinante, de aquietar los clamores sociales y alinear las ansiedades al proyecto estrictamente futbolístico, como le gusta a Dilma y a Lula.
Esta semana asistimos a una nueva consagración. Por penales, el Atlético Mineiro de Ronaldinho se consagró campeón de la Copa Libertadores de América por primera vez en su historia. Se suma al Inter de Porto Alegre, al Santos de Neymar, y al Corinthians para consolidar la hegemonía brasileña. Los últimos cuatro campeones fueron brasileños. Y salvo la victoria del Inter, los otros tres se impusieron a equipos con rica historia en esas finales (Peñarol, Boca, y ahora Olimpia).
Cierto es que el Mineiro jugó su mejor fútbol en la primera ronda. Que superó las instancias finales jugando de regular para abajo y solamente por penales. Que dió muchísimas facilidades defensivas, no solamente por sistema sino por distracciones imperdonables en estas competencias. Esos errores, normalmente, te los facturan. Al Chiapas le regaló un penal en el último minuto del partido. Si convertía se quedaba, de local, en cuartos, afuera de la copa, después de dominarlo. Luego fue Newells. Pudo llevarse un empate de Rosario, pero terminó 0-2 en la ida. Y aunque un gol tempranero en la vuelta le devolvió las esperanzas, iban 41 del segundo tiempo y a la final pasaba el equipo de Martino. Tuvieron que apagar la luz y agitar los fantasmas de viejas frialdades pectorales rosarinas para llevarse el empate en la última jugada del partido y terminarlo por penales, también sufriendo por errores propios. Porque esa seria la perdió Newells, no la ganó el Mineiro. Y la final fue parecida, hasta en el resultado. Olimpia, por las ingenuidades defensivas del equipo brasileño, se llevó un inmerecido 2-0 en la ida, por un gol de tiro libre como cualquiera que pareció brillante por la chambonada conjunta del arquero y del zaguero. Y en la vuelta, nuevamente, el Olimpia tuvo todo para empatar en un gol y liquidar la serie. Pero el tronco Ferreyra se resbaló y, que paradoja, con un cabezazo, el Mineiro pudo empatar 2-0. Pudo también ganarlo en el alargue. Pero el partido se definió en los penales. Y ahí el Mineiro no falló.
Con un poco de suerte a cuestas, Brasil se perfila para recuperar su liderazgo internacional. Será local en el mundial del año próximo. Y será difícil robarle el título en su casa si consolida un buen sistema defensivo y cambia la antigua belleza por la nueva efectividad. España ya no es rival, diezmada por el paso del tiempo. Solamente Alemania aparece en el horizonte para complicarle el camino. Argentina, como el Barça, sigue en manos de Messi.
lunes, 22 de julio de 2013
La más arriesgada de Zubi (y la añera)
Por una cifra exorbitante, Barcelona FC se aseguró la presencia de Neymar, luego de una temporada con repetidos éxitos locales y un sorpresivo (por lo abultado) traspié ante el Bayern Munich. Con Neymar, el Barsa tiene en la alineación inicial a los tres mejores diez del mundo. Sobre eso no hay discusión: Messi, Iniesta, y Neymar, en ese orden o en el que usted quiera, son los tres mejores del mundo. Tiene además a Xavi, a Cesc, a Busquets. Se da el lujo de regalar a Villa y a Thiago.
Los críticos anotaron en el debe del Barsa su falta de variantes, su obstinación con el tiki-tiki. Pero las incorporaciones no parecen dirigidas a resolver ese problema sino a seguir insistiendo con la misma receta. Que, de tan exitosa, fue capaz de sobrevivir exitosamente a Guardiola, Vilanova y Roura, el verdadero técnico del último campeón español, en piloto automático. Salvar la receta al precio, tal vez, de desestabilizar el vestuario incorporando a una estrella que puede hacerle sombra a la única estrella en el firmamento catalán (porque Iniesta es tan grande que simula ser pequeño).
Por eso, el anuncio de la salida de Vilanova, además del pesar por la enfermedad de Tito, preanunciaban una fórmula semejante. Elegir a alguien del riñón, con antecedentes es la escuela de Cruyff-Michels, acostumbrado al vestuario blaugrana, para que nada cambie.
El volantazo de Rosell, que es el del arquero Zubizarreta, es ir por la opción más arriesgada. Elegir a un director técnico sin experiencia en equipos grandes de ligas mayores. A alguien con muy buenas referencias de sus mentores y de sus dirigidos, pero con un palmarés flaco en éxitos. A un técnico competente e identificado con el proyecto del Barsa, pero que carece de experiencia en Europa. A un técnico que nunca estuvo en el vestuario de un grande, ni como jugador ni como DT, excepto cuando jugaba de visitante.
En la nube de humo que se acerca con la fuerza de un huracán, se presenta a Martino como un amante de la tenencia del balón. Esa descripción es correcta en lo que respecta a su Instituto de Córdoba. Pero, tal como escribimos en el transcurso del mundial 2010 (ver acá), la selección de Martino era la versión sudamericana de Italia. No nos referimos sólo al planteo mezquino frente a la España que a la postre fue campeón del mundo. Por ejemplo, pasó a Japón de suerte en los penales, luego de haber pateado apenas cuatro veces al arco en 120 minutos.
Es, como se escribió esta semana en Olé, una versión mejorada de Bielsa. Con el mismo humo, pero con más seriedad y más experiencia de vestuario. Pero ni el uno ni el otro representan amor por la tenencia. Bielsa va al frente, eso es innegable. Pero lo hace verticalmente. A "la europea". No como hacen los brasileros o, ahora, los españoles a partir de la era del Barsa. Martino ha sabido ir al frente y refugiarse dependiendo de las circunstancias. En eso es más pragmático. Y su pragmatismo le servirá para limitarse a mejorar lo bueno del Barsa y contribuir a que defienda un poco mejor. No vendrá el Tata con ideas revolucionarias. No vendrá a cambiar nada.
Vendrá, nada más y nada menos, que a asegurar la hegemonía de Messi en el vestuario blaugrana. Tiene derecho, al fin y al cabo. No le consultaron por Neymar y encima le pagan una fortuna y lo reciben como si fuera un salvador. Como si ya no tuvieran uno.
Desde aquí le deseamos suerte al Tata. Uno de los mejores jugadores que ví en mi vida en el lugar de la cancha en el que yo jugaba. Pues el Tata se formó en un tiempo en el que "el 8" no era ni carrilero ni doble-cinco. El 8 era el volante de creación por la derecha. Era un diestro que jugaba un poco más retrasado que los delanteros, en la mutación del 2-3-5 al 4-3-3. Ochos eran J. J. López, Brindisi y tantos otros. Pero luego el Tata mutó sus convicciones. Llegó a declarar que el no se pondría a sí mismo. Porque no corría.
Le deseamos suerte al Tata pero le advertimos al lector blaugrana que le esperan tiempos difíciles. Que esta es una decisión a la medida de erráticas decisiones anteriores que comentamos oportunamente aquí. Porque más allá de las posibles limitaciones del tiki-tiki o de la falta de variantes por tener un 9 de área, el problema de este Barsa estará en el vestuario. Y es ahí donde juega la experiencia en el vestuario y la capacidad para jugar finales. Porque saber de fútbol no es solamente entender del juego sino saber trasmitirlo. Y trasmitirlo no sólo es una cuestión de decir las palabras o de apelar a la razón. Hay que saber llegar al corazón del jugador y hacerlo dar más de lo que puede dar. En esas circunstancias en las que no hay razón. En la que tiemblan las piernas. En las que se juega todo.
Es en esas circunstancias que a Bielsa y al bielsismo les pasa lo que tan bien supo describir el maestro Atahualpa Yupanqui: tira el caballo adelante, pero el alma les tira para atrás.
miércoles, 17 de julio de 2013
Algo huele mal en Cataluña
Parafraseando a Hamlet, y en contraste con la celebrada llegada de Neymar al Barcelona, comienzan a confirmarse los indicios que preanunciaban el comienzo del fin. No pudieron ni Mourinho ni Florentino Perez ni los euros del Madrid. No pudieron tampoco los alemanes, a pesar de haber despachado al Barsa de la Champions con un 7-0. No pudo siquiera Guardiola, que dejó sensación de orfandad pero fue bien reemplazado por Vilanova y Roura confirmando la tesis del piloto automático. Pero la sumatoria de decisiones dirigenciales recientes sumadas al entredicho de estos días entre Pep y Tito, termina de confirmar que hay un ciclo glorioso que culmina. Cualquiera sean los resultados deportivos. Y a pesar de poder reunir con la misma camiseta a los tres mejores jugadores del mundo, que ya de por sí es un exceso.
No vale la pena ni tengo memoria para establecer el comienzo. Pero la historia le da la razón a Cruyff. El holandés le apuntó y le apunta a los dirigentes, a los que lideraron el proceso glorioso y a los que hoy, con sus malas decisiones, confirmarán las sospechas de que no hay futuro. No se trata de si se juega con 9 de área o 9 falso. Si tiene variantes o sigue jugando a lo mismo. Si le busca un reemplazante de fuste a Puyol o se conforma con lo que tiene.
Se trata de comprar a Villa en 30 millones de euros y venderlo en 2. Se trata de comprar a Eto'o en 25 millones y regalarlo luego en un canje por Ibrahimovic que costó el pase de Eto'o más 51 millones de euros. Se trata de sacarse de encima a Abidal y de dejar ir a Thiago Alcántara por 25 millones que parecen poco por la última joya de La Masía, encima con destino Bayern Munich, en donde también recala Pep.
El cabaret de esta semana entre Pep y Tito es la frutilla innecesaria de la torta trágica. Pep acusa a los dirigentes que también acusa Cruyff. Tito responde como buen empleado de la dirigencia del Barsa, ventilando - sin que nadie lo invitara a la fiesta - cuestiones personales que no corresponde hacer públicas (porque son privadas), y lucrando de paso con su enfermedad. Y la prensa promueve encuestas para ponerse de un lado o del otro, preparando el terreno para abuchear a Pep si es que en algún cruce tiene que visitar el Camp Nou. Mientras tanto, Rosell y Zubizarreta se entretienen en las sombras. Es lo que suele pasar al darle poder de decisión a un arquero, como diría Maradona. El poder todo lo corrompe.
No vale la pena ni tengo memoria para establecer el comienzo. Pero la historia le da la razón a Cruyff. El holandés le apuntó y le apunta a los dirigentes, a los que lideraron el proceso glorioso y a los que hoy, con sus malas decisiones, confirmarán las sospechas de que no hay futuro. No se trata de si se juega con 9 de área o 9 falso. Si tiene variantes o sigue jugando a lo mismo. Si le busca un reemplazante de fuste a Puyol o se conforma con lo que tiene.
Se trata de comprar a Villa en 30 millones de euros y venderlo en 2. Se trata de comprar a Eto'o en 25 millones y regalarlo luego en un canje por Ibrahimovic que costó el pase de Eto'o más 51 millones de euros. Se trata de sacarse de encima a Abidal y de dejar ir a Thiago Alcántara por 25 millones que parecen poco por la última joya de La Masía, encima con destino Bayern Munich, en donde también recala Pep.
El cabaret de esta semana entre Pep y Tito es la frutilla innecesaria de la torta trágica. Pep acusa a los dirigentes que también acusa Cruyff. Tito responde como buen empleado de la dirigencia del Barsa, ventilando - sin que nadie lo invitara a la fiesta - cuestiones personales que no corresponde hacer públicas (porque son privadas), y lucrando de paso con su enfermedad. Y la prensa promueve encuestas para ponerse de un lado o del otro, preparando el terreno para abuchear a Pep si es que en algún cruce tiene que visitar el Camp Nou. Mientras tanto, Rosell y Zubizarreta se entretienen en las sombras. Es lo que suele pasar al darle poder de decisión a un arquero, como diría Maradona. El poder todo lo corrompe.
jueves, 11 de julio de 2013
No saben jugar finales
Con esas palabras se despidió el Mellizo Guillermo Barros Schelotto del Monumental la noche gloriosa del jueves 17 de junio de 2004, luego de que Boca eliminara a River de la semifinal de la Copa Libertadores jugando de visitante pero sin público visitante y sin el colombiano Vargas desde el inicio del segundo tiempo. Antes, Guillermo había ganado moralmente ese partido, había demostrado como se juegan finales.¿Alguien pensaba de verdad que Newells pasaba esta noche a la final de la Libertadores? Es cierto, la lógica indicaba que con un 2-0 arriba (luego de que al Mineiro le anularan un gol lícito que empataba el partido en Rosario), el equipo de Martino corría con el caballo del comisario. Cierto es también que el Mineiro empezó ganando de muy temprano, merced a un pase exquisito de Ronaldinho y una gran definición de Bernard. Cierto también que el Mineiro defiende horrible. Cierto que el Mineiro le dió a Newells un baile de novela, especialmente en el primer tiempo. El equipo brasilero terminó con el 61% de posesión. Y si no lo terminó ganando 3-0 es por los aciertos de Guzmán, los errores de los definidores, y los penales que no le cobraron (dos fueron claros).
Pero había pasado la media hora del segundo tiempo y el partido seguía, apenas, 1-0. Injusto pero real. El Mineiro se quedaban sin nafta. Hasta tuvieron que apagar la luz, parar el partido y darle unos minutos, mientras los rosarinos encendían las bengalas y se preparaban para la final con Olimpia.
Pero el partido desnudó la estirpe copera de Martino, como buen discípulo de su maestro Bielsa. Y, Newells, coherente con su historia, regaló el partido cuando ya se terminaba. Primero fue Mateo, obsequiándole a Guilherme el 2-0 (y si se definió en los penales es porque Dinho no pudo definirlo en la última jugada del partido). Y, ya en los penales, con la cosa 2-2, primero Jo y luego Richarlyson fallaron, dejándole a Newells, otra vez, las puertas abiertas de la final. Pero primero Casco y luego Cruzado le salvaron la vida al Mineiro. Luego Dinho anotó el suyo y Maxi Rodríguez le dió al Mineiro, con su tirito a las manos de Victor, el pase a la final de la Libertadores.
Se le quemaron los papeles a Guzmán, que no atajó ni le anduvo cerca a ninguno de los penales del Mineiro. Se apagó la mística de Maxi Rodríguez, hasta hasta un rato héroe inolvidable de no se sabe que gesta. El carácter se revela en las difíciles.
Como el Athletic Bilbao de Bielsa en sendas finales frente al Atlético de Madrid de Simeone y al Barsa de Pep, como la selección de Bielsa en aquel partido decisivo frente a Suecia en el Mundial 2002, el Newells del Tata volvió a pechearla en una final. Si hubiera ganado, de nuevo, por penales, el bielsismo y sus representantes mediáticos destacarían la "gesta", a pesar del paseo en el Mineirao, y de una definición por penales innecesaria. Hoy destacarán el título local. Que hasta Falcioni ha ganado en el fútbol argentino.
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