jueves, 31 de enero de 2013

Cambio gato por liebre

Todo un misterio esta llegada de Gago a Velez. Es verdad que emblemas de los grandes han pasado por Vélez, desde el Beto Alonso (foto), hasta el Tano Pernía. Es verdad que, hoy mismo, el Pocho Insúa, Pratto, y Sosa tienen un pasado en Boca. Pero las situaciones son diferentes. Alonso y Pernía se iban mal de River y Boca respectivamente en esos tiempos, y recalar en Velez era una manera de pasarle facturas a los dirigentes. Y en los casos actuales, no hay dudas de que si Boca viene a buscar al Pocho Insúa o a Pratto volverían a Boca sin pensarlo. Así lo hizo un símbolo de Velez, como Somoza (ojalá se hubiera quedado). Así lo hicieron Silva y el Burrito Martínez, también con pasado fortinero. Y en el caso de Sosa, se fue por la expectativa de ser titular (y con un mejor contrato) a Velez, para no ser suplente de Orión (eso no excusa la impericia de Angelici, desde luego).
Pero lo de Gago es distinto. Nadie con chances de elegir entre Boca y Velez elije a Velez, por razones obvias. Recordemos, por ejemplo, la pirueta que tuvo que hacer el Gordo Fabbiani, quien ya había firmado con Velez y los dejó en el altar y esperando para irse a la B con River.
Por eso no se entiende lo de Gago. Las explicaciones ya las conocemos, al menos en parte. Y lo que no conocemos no lo sabremos jamás, porque es políticamente incorrecto. El sentido común dice que lo de Boca no se hizo porque el Valencia no quería largarlo (o porque Gago no quería irse, como declaró en España), que luego y a pedido de Bianchi consiguieron a Ribair, que Valverde - el DT del Valencia - marginó a Gago, y que con el cupo de refuerzos cubiertos tras las llegadas de Perez y Martínez, a Gago sólo le quedaba la chance de jugar para los que no completaron el cupo. Pero resulta que Boca juega también la Libertadores - ante todo, juega la Libertadores - por lo cual podría tenerlo para jugar sólo ese torneo (o hacer lo propio con Ribair).
Bassedas, en nombre de Velez, presenta la cosa como que Gago eligió a Velez por sobre Boca. Habrá que ver qué dice Gago, pero uno no se lo imagina diciendo que va a jugar en Velez porque Boca había completado el cupo y no tenía lugar para él. Tampoco lo imaginamos diciendo que se fué a Velez porque le ofrecieron mejor dinero, cuando en verdad viene sin cargo del Valencia y nadie querría aparecer como mercenario por seis meses de contrato. Las razones familiares tampoco ayudan, porque si Gisela Dulko está embarazada de Pintita ahora también lo estaba hace dos semanas cuando se discutía su llegada a Boca. Lo mismo respecto de ganarse la atención de Sabella para asegurarse un lugar en la selección. Más probablemente, su representate y sus amigos que trabajen en relaciones públicas le aconsejarán a Gago decir algo parecido a lo que declaró Fabbiani cuando entre Newells y Velez arreglaron su paso a Liniers: "Velez es tan grande como River"
En fin, si hay que caerle a Angelici por amarrete allí estaremos, pero hay que tener cuidado porque ya lo hemos acusado de gastar mal trayendo al Burrito Martínez por mucha plata. Y por Ribair se han pagado 300 mil verdes, apenas un poco menos de lo que exigía el Valencia por el pase de Gago (y Ribair viene sin opción). Si hay que caerle a Bianchi, también lo haremos a pesar del afecto, aunque no hay motivos para pensar que el Virrey prefería a Ribair por sobre Gago.
Lo cierto es que cambiamos gato por liebre, jugador de selección argentina por jugador ni siquiera convocado por el maestro Tabarez a la celeste. Desde lo futbolístico, Boca pierde un jugador fundamental para darle buen destino a la pelota, a falta de Riquelme y con Paredes recién empezando. Desde lo anímico, Gago no es Sebastián Sosa, porque ganó títulos en el Boca de Basile y porque se formó en las inferiores de Boca.
Por eso, la reacción natural del hincha de Boca es la puteada. Ni te cuento si encima Román firma para Tigre o Argentinos. No sólo por lo futbolístico (la pelota en los pies de Gago-Riquelme circula mejor que entre los pies de Somoza-Erviti), sino también por lo afectivo.
Estamos, entonces, entera y exclusivamente en manos de Bianchi y de los velezanos que juegan para Boca. Veremos que pesa más, si el carácter o la camiseta.

martes, 29 de enero de 2013

¿Un enroque?

Hasta "Don Julio" anuncia que no irá por una nueva reelección. Que sigue "solamente" hasta el 2015. En el 2015 también termina "Ella", ¿no?
¿Y si hacen un enroque? Cristina a Viamonte (con Aníbal Fernández de vice, por supuesto!) y Don Julio a la Rosada. ¿Alguien notaría la diferencia?
No se si ganaremos algún mundial, pero con el desembarco del INDEC en la FIFA seguro que quedamos siempre primeros en los rankings de selecciones.  
Araujo, Fucks, Niembro, y el bilardismo de parabienes!

viernes, 25 de enero de 2013

Refuerzos de la guía

Carlos Bianchi tiene crédito y eso no va a cambiar por ningún resultado. Uno de los lugares comunes en la evaluación del paso de Bianchi por Boca es su habilidad para mantener la competencia entre los miembros del plantel y su ojo clínico para sacar todo de jugadores mediocres, que desaparecieron en la intrascendencia cuando dejaron el Boca de Bianchi. De Matellán a Pereda, de Traverso a Donnet, de Caneo a Merchant, de Jerez a Cangele. Boca tuvo grandes jugadores en el primer paso del Virrey, pero esas calidades fueron declinando y los títulos se repitieron a pesar de eso.
Ahora bien, la política de compras y ventas es una que le pertenece al club, más allá de que el gusto del DT sea decisivo. Así, hemos criticado hasta el hartazgo las malas decisiones de Borghi, por las cuales hemos padecido a Luccheti, a Celay, a Caruzzo, y a Escudero desplazando a jugadores de la cantera. Lo propio dijimos en ocasión de los fichajes de Falcioni, que trajo casi gratis a Somoza pero hizo pagar una fortuna por Erviti y Silva, mientras se invitaba a Erbes, Colazo, y Viatri a armar las valijas.
Pues bien, la presencia de Bianchi en el banco de suplentes no cambia el derecho de evaluar como se refuerza el equipo. Y aunque confiamos en el criterio del Virrey, el contraste entre lo que se esperaba y lo que llegó es brutal. La confirmación de Bianchi como DT era acompañada de anuncios esperanzadores: además de la vuelta de Riquelme, Boca se iba a anotar al Cata Díaz, a Gago, y a un delantero por afuera. Esos refuerzos eran dignos de un equipo que arranca la Libertadores para ganarla.
Pero no pudo ser. El Cata sigue jugando (y cobrando en euros) en uno de los tres mejores equipos de la mejor liga del mundo. Gago también prefiere el Valencia y los euros a la posibilidad de gloria en Boca (y a los pesos argentinos impresos en la empresa del palo blanco de Boudou). Román dijo que no, y nos rompió el corazón con eso de que está vacío para jugar en Boca pero no en un equipo de la B de Brasil (veremos donde termina jugando Román, si es que termina jugando, pero eso es para otro post).
Lo que queda es el Burrito Martínez, quien fue tal vez el delantero más determinante de los últimos éxitos de Velez (que tampoco fueron tantos), que no parece haberse afirmado en el fútbol brasilero, y que declara llegar a Boca para ganarse una chance en la selección (en la que, por ejemplo, no tiene lugar Tévez). Sin haberlo visto aún con la azul y oro puesta, a uno le pesa el perjuicio bostero alimentado por otros fiascos que se pagaron tan caros como Martínez. De Gracián ("Glaciar", decía el contra de Olé), a Damián Escudero (otro glaciar), al propio Silva, Boca pagó fortunas por jugadores que se lucieron en equipos chicos pero hicieron agua en los grandes (por algo el Maestro Tabarez siempre ninguneó a Silva en la celeste).
La foto de presentación sintetiza los refuerzos de este Boca de Bianchi. Se fué Schiavi, no arregló el Cata Díaz, y llegó el Chiqui Perez, que debutó haciendo un penal tonto y se desgarró solo al día siguiente. No llegó Gago, ofrecen a Erbes en Rusia, y llega Ribair Rodríguez. Lo único que sabemos de Chiqui Pérez y Ribair Rodríguez es que mandaron a River a la B en una promoción. El antecedente es simpático, pero no da para que los propios Pérez y Rodríguez tribuneen de esa manera. Vienen a Boca a ganar una Libertadores, no a salir airosos de un partido de promoción contra un club en decadencia.
Mientras Erbes, Viatri, y Blandi mirarán los partidos desde el banco, los señores de la guía Pérez, Rodríguez, y Martínez se prueban la ropa y se sacan las fotos. Ellos felices (desde luego). Nosotros... veremos. Pero ojalá que la rompan y nos tapen la boca. Allí estaremos para pedir disculpas.  

lunes, 7 de enero de 2013

Las consecuencias de tomar mate

La novela de este verano, era de esperarse, fue la respuesta de Riquelme a la llegada de Bianchi a Boca. Todos o casi todos descontábamos el regreso de Román. En parte porque lo extrañábamos. En parte porque queríamos su regreso. Y en parte porque era un tema lógico, de pura racionalidad, ya que su salida de Boca fue más signada por el escándalo mediático que por la gloria futbolística. Es cierto que no fue él sino un hermano, o un primo, o un sobrino el que adelantó en el Twitter antes de la final contra el Corinthians su retiro. También lo es que ese dato le jugó en contra no sólo a él sino al equipo, ya que se habló más de ese retiro que de la final, aun antes de jugarla.
Román merecía y merece un retiro más digno. Como hemos escrito antes y para usar un caso parecido, a lo Verón. La diferencia es que Estudiantes no es Boca. Verón pone en Estudiantes al presidente del club, a la comisión directiva, compra y vende jugadores, les elije representantes a sus compañeros, pone y saca a los directores técnicos. Riquelme no puede hacer ni la mitad de esto, porque Boca es un espacio político muy fuerte donde la vieja política, las dirigencias políticas tradicionales, se disputan el poder como si se tratara de un municipio del conurbano o de una provincia argentina: kirchneristas y macristas han transformado a Boca en un sucio fondeadero como el que describe el tango. Por eso esperábamos la vuelta de Román. Para poder hacernos los boludos y mirar solamente la pelotita.
Pero no. Román amagó que volvía. En un furioso raid mediático se cargó a Falcioni, apenas un día después de que la inexperiencia (y la incompetencia) de Angelici le hiciera ofrecerle una prórroga del contrato al ex DT de Banfield en algún restaurante del barrio del vicepresidente Boudou y el testaferro Cristóbal Lopez. Si Angelici hubiera esperado a juntarse con Falcioni hasta después del partido con Godoy Cruz, o si Riquelme no hubiera salido con los tapones de punta en respuesta al anuncio, la pretemporada en Tandil la empezaba Falcioni. Por eso tenemos que darles las gracias a los errores de Angelici y a las declaraciones de Román.
Lo cierto es que, por razones que pueden no tener que ver directamente con Román, volvió Bianchi. Y que nos ilusionamos con volver a ver Futbol De Buen Pie y gloria deportiva aunque sea por un semestre.
Pero Román volvió a pegarse un tiro en el pie. Amagó volver. "Tomó mate", con Bianchi, dijo primero. Luego agregó a Angelici en el relato, aunque el encuentro fue uno y el mismo. Que pasó en esos encuentros es difícil de establecer. Pero yo le creo a los que dicen que Román pidió una extensión del contrato. Le creo a los que dicen que Angelici y sus dirigentes se la negaron. Pidió que le actualizaran el tipo de cambio de su contrato. Y también se lo negaron. Y aunque ahora Román diga que no vuelve porque es un hombre de palabra y Bianchi diga que cada día respeta más la integridad de Román, hay cosas que no cierran. Porque si tenía resuelto que no iba a volver con estos dirigentes, no se sentaba a hablar con ellos ni les pedía mejoras contractuales. No se sentaba ni a tomar mate.
Para que quede claro: Román, no ya sólo por su historia sino por su presente inmediato, merece el contrato más alto del plantel de Boca. A lo Verón, tiene derecho a exigir todo lo que quiera. Eso incluye una extensión del contrato, para dejar claro que primero está Riquelme y después Bianchi (el pedido de Riquelme fue inmediatamente después de que Bianchi arreglara por 3 años). También tiene derecho a que le ajusten el tipo de cambio. Porque aunque el INDEC diga que no hay inflación y el secretario de comercio interior Moreno persiga a las consultoras que publican índices de inflación más cercanos a la realidad, Román y todos los argentinos no pueden comprar hoy la misma cantidad de yerba (o de carne, o de pan, o de verduras, o de nafta), que compraban hace un año con los mismos pesos. Si Moyano pide un 30% de incremento salarial, como no lo va a poder pedir Riquelme?
El problema es que aquella salida del Corinthians quedó emparentada con Falcioni y esta salida - ya sin Falcioni y con Bianchi en el banco de suplentes - queda emparentada con la guita. Por supuesto que siempre queda el recurso de putear a Angelici. Pero hasta los más riquelmistas concedieron el sábado que "me tiene las bolas llenas".
Román tiene derecho a ser dueño del club por el ratito de vida de jugador que le quede en alto nivel. Pero no puede esperar que sea Angelici el que le dé las llaves. No solamente porque Angelici es de Huracán y tiene menos fútbol que la revista Hola sino porque Román le bajó un DT y lo hizo putear por toda la Bombonera. Angelici accedió a retroceder y negarle la renovación del contrato a Falcioni. Accedió a llamar a Bianchi y a aceptar de nuevo a Román en Boca. Pero hasta ahí llegó. Porque en las negociaciones son ambas partes las que ceden (excepto cuando se negocia con Scioli). Pedirle más guita o ajuste por inflación eran maneras seguras de obtener un no rotundo. Eso fue lo que obtuvo Román. Pero eso no puede ser lo que lo aleje a Román de Boca.
Casos como estos nos hacen hablar menos de futbol y/o de política y mas de psicología. Si de verdad Román se ha ido definitivamente por ser coherente con su palabra, sería bueno recordarle que ser coherente incluye también la posibilidad de revisar decisiones anteriores. Porque somos humanos nos equivocamos y porque somos humanos podemos rectificarnos. Si se va por dinero, mejor mirar para otro lado y recordar las cosas buenas del pasado. Y si se va por una pulseada política con Angelici y los suyos, lo menos que esperamos de Román, como dijimos luego de la derrota con el Corinthians, es que haga explícitas esas diferencias (de la misma manera que el burrito Ortega, por ejemplo, las ha hecho en River para hablar de ex-compañeros suyos como Almeyda y de ex-padres postizos suyos como Passarella).
En cualquier caso, si de verdad se va y si no va a decir por qué (o si el por qué es tan infantil que no podremos creerlo de un tipo al que creemos tan inteligente), habrá que mirar para adelante deseándole a Boca y a Bianchi éxitos deportivos (e iniciativa de local y de visitante). Y habrá que desearle a Román buenos mates y felicidad con su familia y sus amigos de Don Torcuato.
Hubiéramos esperado otra cosa. Pero es esto lo que nos ha quedado.